“El Palacio de las Flores” (GASA / DRO, 2006) es el resultado de la vuelta de Andrés Calamaro a los estudios de grabación con un repertorio nuevo, tras la experiencia low-fi de “El Salmón” (DRO, 2000) y los discos de versiones “El Cantante” (GASA / DRO, 2004) y “Tinta Roja” (DRO / Atlantic, 2006). Para el nuevo álbum confió los mandos al prestigioso músico argentino Litto Nebbia, que se encargó de la producción y los arreglos. Fue grabado en Buenos Aires, en el Estudio del Nuevo Mundo, desde diciembre de 2005 a mayo de 2006.
Tras los dos discos de versiones, en los que adoptó el papel de intérprete -aunque “El Cantante” sí contenía algunas piezas propias-, el Calamaro autor regresa en este disco, en el que sobresale la impronta de Nebbia. El que fuera líder de Los Gatos logra un delicado acabado pop para “El Palacio de las Flores”, que sin embargo parece adolecer de cierta falta de canciones y está lejos de obras maestras como “Alta Suciedad” (DRO, 1997) o “Honestidad Brutal” (DRO, 1999). Pese a todo, también contiene hallazgos interesantes, que muestran una nueva faceta de Andrés.
Abre el disco “Corazón en venta”, canción que fue elegida como single. Tiene una luminosa melodía pop que contrasta con una letra más bien agria: "Mi corazón en venta / dicen que se revienta / qué versión violenta / la que se cuenta por ahí".
“Mi bandera” es un himno vitalista que Calamaro compuso durante la época "post-Salmón" y al que profesa especial cariño. Al igual que “Corazón en venta”, pero con un tono más dulce (y épico), afirma la apuesta personal pese a los reveses que conlleva ser como uno es: “Algo fue que me olvidé cuando me fui / de cada lugar donde viví / no pude darme cuenta hasta hoy / no pedí nacer así, pero así soy”.
En el tema que da título al disco, Andrés traza un crudo retrato de su país natal, ahogado entre políticos corruptos, miseria material y distracciones populares: “Cómo nos dan, / cómo nos dan en la Argentina. / Nos dan Boquita y ritmo tropical / y base para la latita / en el extrarradio y en Capital”.
“El tilín del corazón” es otra canción existencialista que hace hincapié en la sinceridad para salir adelante. Da pie a “Contigo aprendí”, la joya de Armando Manzanero, un bolero aquí lujosamente arreglado por Nebbia, que aporta de su autoría la siguiente pieza del disco, “El compositor no se detiene”. También afirma la capacidad de las personas para encontrar la felicidad tras las etapas más grises, un tema recurrente en el álbum, esperanzado y humanista.
Y tras este trayecto llegamos a la perla del disco, “Tengo una orquídea”, firmada por el dueto Nebbia-Calamaro. Es una canción embriagadora y ciertamente novedosa en la carrera del músico argentino, que aquí canta una emotiva declaración de amor sobre un colchón hecho a medida con un exquisito arreglo de cuerdas: “Voy a gastármelo todo / comprándote flores / y cuando no queden más / es que voy a plantar / una en tu propio jardín”.
“Patas de rana”, también de la época inmediatamente posterior a “El Salmón”, es una de las composiciones más amargas del álbum. “Punto argentino” retoma el perfil de su tierra de origen, bramando contra la dictadura, la injerencia del poder extranjero y el fútbol como opio del pueblo: “¿Viste cuántos países que ya no existen?”.
“Cuando una voz sea de todos” recupera el impulso optimista y habla del orgullo del cantor, con la colaboración de otro tótem del rock argentino, Vicentico, que junto a Calamaro y Nebbia completa una bonita interpretación. “Antes” supone un remanso acústico en el trayecto, antes de “Corte de huracán”, un tema desangelado.
“Miami”, firmada de nuevo a medias por Calamaro y Nebbia, es una canción de amor agradecido. Precede a “Rosemary”, una bonita versión de un clásico pop de Nebbia escrito casi cuarenta años antes.
La siguiente parada es la anhelante “Lo que nunca se olvida”, otra buena canción de Nebbia, con una buena interpretación de Calamaro, que canta a lo perdido: “La felicidad es casi imposible recuperarla / todo lo que fue dolor siempre vuelve a la memoria. / Yo sé que siempre hay algo que no podemos olvidar / son esas cosas que ni siquiera el tiempo borrará”.
“La apuesta” y “Ser feliz” completan el álbum y resumen su filosofía, exhibiendo la recuperación para la causa de un Calamaro que parecía haber dejado atrás una etapa difícil, tanto en lo artístico como en lo personal: “Tiro afuera la melancolía / ahora vivo los mejores días de mi vida”, canta el trovador bonaerense en la primera.
“El Palacio de las Flores” es un disco falto de pegada. Muestra a un Calamaro menos convulso, aunque lejos de los días de mayor esplendor creativo, tanto con Los Rodríguez como en sus dos primeros discos en solitario. Es su trabajo más vitalista y también seguramente el de sabor más genuinamente argentino -por temáticas, por su enfoque-, con un Nebbia excelso en los arreglos y la producción.