Casi de puntillas, sin apenas promoción, con una distribución muy escasa, y en un sello muy pequeño, empezaba Hilario Camacho la década de los 90 con "El Mercader del Tiempo" (Pasión, 1990), que venía a continuar el estilo de sus discos de los 80. Como el propio Hilario manifestó, "al final, el artista siempre le está dando vueltas a la misma idea", su idea de canción.
Las composiciones de este disco, en todo caso, giran alrededor de una idea que va bastante bien a la forma de cantar de Hilario Camacho: canciones de temática romántica y formato acústico. La producción, sin embargo, no beneficia demasiado a las canciones. No me refiero a la introducción de teclados y percusiones electrónicas de una forna bastante tímida y tenue, complementando a la voz y a las guitarras sin ahogarlas, sino a los coros y algunas instrumentaciones, que resultan artificiales y un poco desfasadas.
De cualquier forma, la entrega cuenta con canciones muy destacables y que se convertirán, en un futuro, en clásicos del repertorio de Hilario, que las mejoraba muy notablemente cuando las interpretaba en directo. Así, "Sol en invierno", "Eva", "Oye, niña" o "El mercader del tiempo".
Para colmo, la discográfica desapareció antes de que transcurriese un año de la publicación, por lo que, desgraciadamente, pasó tan desapercibido que, al aparecer en "En Concierto" (Warner, 1997) canciones como "Oye, niña" o "Sol en invierno", el público, incluso muchos aficionados a la música de Hilario, llegó a pensar que se trataba de canciones nuevas.