Rodrigo publica él mismo (autoeditándolo como había hecho con sus tres primeros libros), su cuarto álbum de canciones titulado «El Jefe» (Sargo, 2006). El disco solo llega a los aficionados más acérrimos, los llamados rodriguistas, prácticamente casi nadie se entera de que sale este trabajo, pero los fans tras diecinueve años, disfrutan mucho con el nuevo álbum.
El disco aparece con una curiosa, pero agradable presentación en estuche de DVD delgado, con un deplegable interior con textos e información recogida en una guía -«Disco para Rodriguistas»- en la que un Rodrigo de buen humor y bromista indica que el estilo es «Berrendo en música sacra y militar». También nos indica que por favor, nos portemos bien y no lo pirateemos, ya que este disco de producción tan sobria «ha salido de su quebrantado bolsillo».
Los textos, por más que algunos han dicho, están a la altura de lo mejor que ha hecho Rodrigo. Ahí esta «De funeral», una obra maestra en la que podemos decir que aquello de Rodrigo lo ha hecho de nuevo. En «El jefe», Rodrigo le da un repaso a alguien metiéndose por primera vez en esos terrenos.
El sonido del disco es diferente a todo lo hecho por Rodrigo antes, y más de un seguidor se habrá llevado un susto. Fuera las guitarras acústicas que definen el estilo de Rodrigo, fuera los solos con sonido cristalino, de hecho salvo en «Por delante o por detrás» no hay guitarra en todo el disco. Sorprendente, cuando menos, en un músico que entre otra cosas conocemos como guitarrista.
Rodrigo se decanta por los teclados y las bases secuenciadas (de ahí lo que avisaba de «modesta producción») y el caso es que suena bien y convincente. Su estilo vocal no es el mismo. Muy sobrio, cantando a media voz (bastante bajito sin eco o reverb alguno) y dinámicas muy bajas. Antes no cantaba así, pero han pasado diecinueve años desde su último disco en solitario.
Lo que sí, me temo, es negativo, es el tiempo total del disco, unos treinta minutos, que se hacen escasos tras tantos años y permitiendo el CD mayor minutaje. Los rodriguistas hubiéramos agradecido unos cuantos temas más.
Los dos instrumentales que incluye son soberbios, de lo mejor del disco, y en ellos Rodrigo muestra lo buen autor de música que es. Se nota enseguida que no son temas de relleno sino piezas a las que ha dado dedicación y mimo.
Pocos colaboradores en esta producción, entre ellos Joaquín Torres o Guzmán. Por último, señalar que algunos de los palos tocados son inverosimiles y sorprendentes, como en el caso de «Filipina», por citar un ejemplo ¿Un bambuco quizás?. En fin, este es sin duda un disco tan sólo para rodriguistas. Rodriguistas que esperan su próxima producción como agua de mayo.