«El Hombre Invisible» (Elemúsica, 2005) después de todo lo que tenía detrás de su factura no podía ser un mal disco. En primer lugar, y aunque sea de perogrullo, porque es justo el disco que buscaba conseguir Kiko. En segundo lugar por la dedicación que tanto Kiko como Charly Cepeda pusieron en la grabación del mismo (dos años). Y en tercer lugar, casi por una cuestión de justicia poética: habían pasado diez años desde su última obra maestra, «Está Muy Bien Eso del Cariño» (BMG, 1995), y los discos entre aquél y este «El Hombre Invisible» habían sido irregulares.
Lo curioso es que, con su regreso a lo más alto, Kiko toca con la punta de los dedos el espíritu del «aquí te pillo y aquí te mato» propio de «Veneno» (CBS, 1977) y el sonido que consigue es directo y espontáneo. Aunque en realidad de espontáneo no tiene nada, ya que fue meditado y meditado. En el año 1977 esa forma de trabajar tan punk (pero no por ello dejado a la mano de Dios, que conste) estaba muy bien, pero en el año 2000 Kiko ya es una perro viejo que sabe lo que quiere. Bueno, eso siempre lo supo, pero ahora quería resultados.
Y el resultado es su disco más rock, el más eléctrico. Un disco que de tener un fallo es su larga duración pero al que, a la vez, no le sobra ningún tema. Fabricado en torno a tres ejes («Inspiración», «Liberación», «Satisfacción») «El Hombre Invisible» deambula por los derroteros pop de su autor (mucha melodía y mucha rumbita), sin traicionar su sonido propio pero, al contrario de muchos cantautores coetáneos suyos que se acomodan en su sillón mientras el polvo les va cubriendo poco a poco, suena más joven y fresco que nunca, huyendo de las producciones técnicas y cristalinas (y frías) de aquellos.
Ya «Inspiración» es una locura musical rica en matices: guitarras blueseras a base de slide en la introducción-llamada a la inspiracion de Kiko que pronto se transforma en un rock medio tiempo con ese deje de rumba que tanto le gusta.
«Pistachito» y «Bilonguis» son dos aciertos más. El primero que hace del piropo un arte a ritmo de falso hip hop («..que tú me dieras cositas buenas, pistachito, reina de mi calle, tú eres mi ídola, tú sí que eres una crack»). «Bilonguis» sigue la senda de los temas más melancólicos de «Échate un Cantecito» (BMG-Ariola, 1992), «Lobo López» y, sobre todo, «Echo de menos». En «Bilonguis» cuenta ese momento de la ruptura en el que lo mejor es no dejar recuerdos de ella por la casa. Kiko está inmenso en todo lo que dice: «Sólo te pido por favor llévatelo todo. No me dejes tus ‘personal bilongis’, ni recibos de compasión. No me metas en la maleta trocitos de corazón, ni alitas de cucarachas secas en los bolsillos del pantalón.»
Con «Los notas del derrumbe» vuelve el rock «venenoso» donde Kiko presenta a su banda al más puro estilo de Los Delinqüentes (sus «hijos naturales»), pero también al más puro estilo de aquel «Rainy day women #12 & 35» de Dylan, de nuevo suenan los pitos gaditanos, pero ahora a tres bandas (y con el «Tico Tico» como motivo). Le sigue una deliciosa y tierna rumba que funcionó como inmejorable single: «Contigo».
Los Beatles también están muy presentes. A veces de forma sugerente (como el acorde inicial de «El hombre invisible», eco de aquel con el que empezaba «Hard days night» de los de Liverpool) o de un modo más explícito tal y como ocurre en la secuencia de acordes de «Mi morena» (cuyo interludio tropical parte el tema en dos canciones diferentes), y, sobre todo en «Hoy no» cuyos arreglos orquestales son homenaje directo (y orgulloso) de «I am the walrus» (no obstante está dedicada a John Lennon). Pero aquí Kiko no sigue las enseñanzas de Dylan y dota la letra de «Hoy no» de carga política con nombres y apellidos anclando el tema en el año 2000. También hay un ruidoso reprise de «El hombre invisible», tal y como lo hubo de «Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band» que enfilan el final del mejor disco de Kiko en años, donde consegue reinventarse siendo fiel a sí mismo.