Estamos ante un punto de inflexión en la carrera de Sabina, pues de un rock and roll animado, atrevido y fresco pasamos con este disco a un sonido diferente. Nos acercamos a un Sabina oscuro, nostálgico y taciturno, que compuso entre tragos de whisky y bares sórdidos uno de sus discos más sombríos.
La deliciosa balada “Eva tomando el sol” abre el disco, un Sabina melancólico recuerda sus días en el exilio de Londres: “Cogimos un colchón de una basura / dos sillas y una mesa con tres patas / y mientras yo emborronaba partituras / tú freías las patatas”.
Angustiosa y al tiempo tierna, “Besos en la frente” nos cuenta la mil veces repetida historia de la chica feúcha y poco enrollada que poca gente ve su verdadero valor, de fondo un troquelado de guitarras nítido y elocuente.
Poca presentación requiere la lacrimógena “¿Quién me ha robado el mes de Abril?”, considerada por muchos una de sus obras maestras; bosqueja un pozo de desdicha, desesperación y la desolada existencia del que pierde todas las manos, aunque sólo haya jugado una.
Con una presentación digna de la más engolada de las canciones italianas, “Una de romanos” retrata la ingenuidad y ternura de los años de juventud de alguien criado en el franquismo (ya comenté que es un disco muy nostálgico), el artista recuerda los jugueteos y besos fugitivos que se daban en los cines: “Si un dedo acariciaba una pierna, un cuello, un sujetador / bramaba la temible linterna del acomodador / ella tenía catorce abriles en canal / sobre las rodillas rebeca para disimular / aquel sabor a chocolatina, piel, saliva y sudor… / la piel de gallina me pone en el corazón”.
Siguen las penurias y los recuerdos aflorando con las caricias del saxo de “Juegos de azar” y sus narraciones de escarceos furtivos y “Locos de atar” con sus lamentos acerca de la rutina que impide vivir el amor plenamente.
Tristona pero con un punto de esperanza se nos presenta “Nacidos para perder” que habla aparentemente y en primera instancia de la negativa a servir al ejército, pero que entre líneas y debidamente entendida puede estar referida a aquellos que encuentran dificultades porque no les ha tocado el premio gordo al nacer, sino que se han tenido que conformar con una pedrea; y sin embargo consiguen encontrar su camino. En palabras de Sabina sobre esta canción: “A la memoria de Francisco Correa, que la habría entendido como nadie”.
Rompe un poco la tónica del disco “Peligro de incendio”, y digo rompe porque vuelve a tratar como en discos anteriores temas algo más mundanos, como el ligue de discoteca y las citas fugaces en hostales, acompañando al personal con un ritmo más cerca del swing que del rock.
Volvemos a concederle un guiño a la baja estofa en “Al ladrón, al ladrón”, una vez más sobre la gente que vive a salto de mata: “Parece, por lo que dicen / que sigues preparando oposiciones a Carabanchel / ayer, tu nieta de quince / vio como te sacaban a empujones de un cabaret”, digna es de destacar la presencia de una tímida guitarra de slide.
Menos tímido y muy hermoso el bandoneón que adorna “Cuando llega el frío”, que vuelve a invocar al amor perdido, mientras que rompedoras y chocantes guitarras sobredistorsionadas aterrizan en “Los perros del amanecer”.
Cierra el disco “Rap del optimista” con mucho ingenio y un ritmo funky ochentero (es 1988), para acabar el disco con una sonrisa en los labios y un buen sabor de boca.
Tras este disco de lamentos, recuerdos y penumbras vendría un salto importante en la carrera del jienense, pero para eso tendría que esperar un poco e iniciar una interesante década de los 90.