Las monstruosas ideas de los navarros se solidifican en formato cedé en el año 2003. Un debut gélido, una estalactita que se introduce por el oído y que te quema el cerebro con su fuego helado.
Las referencias van mucho más allá de los Pixies. «Your man is dead«, la declaración de intenciones del disco, si que es una ofrenda al grupo de Kim Deal y Frank Black, pero «Lehiotik«, la siguiente canción, ya nos sitúa en un grupo mucho más complejo. Aquí lo que les interesa es la creación de un espacio mental, onírico, irreal; lo logran gracias a los arreglos electrónicos y a la aparición de los vientos. Pero la línea predominante de este «El Columpio Asesino» (Astro, 2003) es la que marcan temas como «El evangelista«; una letra simple, esencial, infantil y por ello malvada, y surrealista. Un ritmo subrayado con una guitarra demoledora, la ayuda de la electrónica y la batería machacona. Una fanfarria desquiciante, una locura insana que te golpea; una radiografía sonora de la mente de un desequilibrado; una trompeta que toca alguna de las figuras eternamente castigadas en «El Juicio Final» de El Bosco.
«Castigadora«, un tema que sube y baja como un tiovivo demencial, es un experimento de laboratorio que por poco no nos explota en la cara. «Ye ye yee» es uno de los mejores cortes del disco, incluso accesible para un espectador sensible, con una letra que a veces es mejor que no se entienda, como de hecho, ocurre. Una lírica brutal que parece proceder del inconsciente de un niño que comienza a aprender sus primeras execraciones. Un hijo bastardo nacido entre un inverosímil matrimonio; punk y pop.
Retorna la niebla y el misterio en «The chemical lovers«, esta vez en inglés. Una mezcla entre lo instrumental y lo vocal, entre lo abstracto y lo concreto, entre lo real y lo ficticio. Sin embargo, esta es una propuesta de contrastes; pasamos del ambiente relajado de dicha canción a la suciedad de «Vamos«, una parodia del tema de Pixies tan inusual, sorprendentemente divertida y descontextualizada, que se convierte en el prodigio del disco y en el tema que desata la enajenación en sus demenciales conciertos (¡La muñecaaaa!).
El ciclo continúa; la instrumental «La muerte de un trompetista» es lúgubre, sugerente e igualmente sugestiva. Ya sabemos lo que nos toca en «Motel«; letras guarras, guitarras indecentes y una tensión que se rompe, se quiebra y te agarra del cerebro y de los cojones con fuerza. Otro de los temazos de este disco debut, la mejor ópera prima en España del 2003. Así que nos dejan exhaustos con «Pistolero«, una visión de nuevo instrumental con ritmo, y con los seis navarros más traviesos que nunca, con sus juguetes nuevos.