En 1964 Pedro Ample debutaba con un conjunto de barrio llamado Los Príncipes, ya por entonces sus amiguetes le llamaban El Americano, sin sospechar que Pedro dedicaría su vida a la gran música americana, el jazz. Por eso, y porque después de mil batallas con el español como idioma de jazz, ya tocaba cantar en inglés aparece este CD.
Un trabajo que ante todo es un disco de jazz clásico en el que el instrumento principal es la voz, su voz. Estándars de esos que vienen en el Real Book, algunos tan conocidos como “I ain’t necessarily so” convive con algún clásico del pop como el “A whiter shade of pale” de Procol Harum. Y por aquí voy a empezar. Una versión estupendamente cantada con detalles de originalidad como la introducción melódica a cargo del contrabajo o la omnipresencia instrumental de la armónica en liza con la voz de Pedro. Una delicia.
El tema de Gershwin que ocupa la tercera pista es una piedra de toque que permite comparar la voz de Pedro con la de los grandes vocalistas norteamericanos negros y blancos que tantas veces la grabaron. Pedro hace una lectura cargada de teatralidad, rompiendo la voz cuando hace falta con unos cambios de ritmo bien calculados.
Mención aparte por varias razones para “You are gonna hear from me”. La voz de Pedro y el piano de Horacio solos mano a mano en una forma impecable de lied jazzístico si tal género existiera. Desgraciadamente sería la última grabación de Horacio, que fallecería poco después.
La fiesta viene de la mano del virtuosismo en “Oh Gee!” con un despliegue de facultades de Pedro y del saxofonista Bob Sands, tantos años profesor de la Escuela de Música Creativa de Madrid. Una pieza que resume el buen ambiente que presidió estas sesiones de grabación, haciendo un jazz de muchos quilates en la que el pique entre cantante y saxofonista alcanza alturas pirenaicas.
La calma elegante de “I keep going back to Joe’s”, una cancion para un crooner. El reencuentro con dos viejos amigos del pop: Pepe Robles de Módulos y Álvaro Yébenes de Canarios en “Lonely town, lonely street” marca otro de los puntos álgidos del disco con Pedro nadando en aguas de funky a la vieja usanza.
Podríamos seguir desgranando temas que seguramente serán apreciados por los seguidores del jazz y de nuestro único cantante internacional del ramo, pero que tampoco desagradará a los que no suelen frecuentar este estilo. En fin, un disco hecho con el cuerpo y con el alma por un grupo de músicos expertos, entre los que destacaría al pianista Luis Guerra en la difícil misión de ocupar el puesto que en los últimos años había ocupado Horacio Icasto.