Aunque se trata de un grupo genuinamente madrileño, sus dos discos los graban en Barcelona. En el primero, editado pocos meses después de la formación de la banda aparecen dos temas con clara influencia del blues eléctrico de gente como Cream.
El tema más ambicioso se titula “Eagle’s death” y ocupaba la Cara A del single. Se inicia con una explosión seguida de una fuerte entrada de punteo de guitarra y armónica a la que se une la personal voz de Luis, que siempre parecía que cantaba desde el fondo de una cueva. Todo discurre siguiendo más o menos las ortodoxas reglas del blues hasta que poco a poco se percibe un piano ajeno a toda esta descarga guitarrera que interpreta en un tono distinto a los demás músicos un Nocturno de Chopin. El piano poco a poco va aumentando su volumen, comiéndose a la dislocada guitarra, mientras el bajo y la batería mantienen un ritmo monótono. Ambos desaparecen para dejar sola a la batería que enlazará con la segunda estrofa de la canción cantada sobre un insistente riff de guitarra y armónica. Tras lo que parece un final convencional, el piano desgrana de nuevo sus últimas notas. Un tema experimental donde los haya que nos revela el desparpajo de esta gente, totalmente ajena a modas y gustos, que hacía una música de fusión; no en el sentido que ahora la entendemos sino en el auténtico sentido de fundir estilos y sonidos absolutamente dispares. En fin, uno de esos temas, que uno aplaude a rabiar o abuchea encolerizado, pero ante el que no caben términos medios.
La Cara B de este disco, “Read a book” es un largo tema de casi seis minutos pródigo en solos de guitarra, aunque menos original que el anterior.
Contra todo pronóstico, el primero de estos discos se vendió bastante bien y sin ser un éxito comercial, ni mucho menos, tuvo bastante repercusión.