Todos aquellos que se dedican profesionalmente al jazz en España deberían cobrar un plus de peligrosidad. La peligrosidad de morirte de hambre, más que nada. Sí, hoy en día el jazz es un género minoritario a nivel global, pero en España lo es aún más, al menos si nos comparamos con los países de nuestro entorno. Por eso hay que celebrar que todavía sigan quedando valientes que, armados únicamente con un amor a la música que no conoce límites, se lancen a la aventura épica que supone hacer jazz en este país.
Uno de esos valientes es Xavi Reija, un summa cum laude por la Berklee College Of Music de Boston que ha tenido que ganarse la vida tocando con gente como Hakim o Tate Montoya. Manda huevos. Por suerte, Reija ha tenido la oportunidad de demostrar al mundo que en sus baquetas hay mucha música.
“Dream Land” (Batiendo Records, 2006), su primer trabajo como líder, es una rara avis dentro del panorama nacional, por dos razones. Primera: Se trata de un disco de jazz-rock, un género prácticamente desaparecido en combate en nuestro país desde los tiempos de Iceberg o Guadalquivir. Segunda: No sólo eso, “Dream Land” es un gran disco de jazz-rock.
Como lo oyen; el debut del Xavi Reija Electric Quintet es un gran disco de jazz-rock. Buena parte de culpa la tienen los excepcionales músicos que componen el quinteto: el sevillano Álvaro Gandul al Rhodes y al piano, el cubano (residente en Sevilla) Rafael Garcés a los saxos, el serbio Dusan Jevtovic a la guitarra eléctrica y el catalán Bernat Hernández al bajo, además del propio Reija a la batería.
La música que encontramos en “Dream Land” tiene poco o nada que envidiar a la que están haciendo en los últimos años grupos reconocidos como el de Stanton Moore o el Chris Potter Underground. Reija es un percusionista de primer nivel, que interactúa magistralmente con solista. El batería barcelonés cita como referentes a bandas míticas como Weather Report, la Chick Corea Electric Band o la etapa eléctrica de Miles Davis, aunque la sensibilidad de su música es plenamente contemporánea.
El disco comienza con “Two sides”, un ejercicio canónico de jazz-funk. El grooveque crean Reija y Hernández es sólido como una roca, y Dusan Jevtovic y Álvaro Gandul lo exprimen hasta la última gota en sus vibrantes solos. Gandul vuelve a deslumbrar con su Rhodes en “1st chance”, con un solo que va ganando en intensidad poco a poco. En “Dream Land”, tema a medio camino ente el funk y el rock, Dusan Jevtovic deja la que probablemente sea su mejor intervención en el disco, un solo agrio, asertivo e incandescente.
“Ausencia” es el primer remanso lírico del álbum, con Gandul sentado ahora al piano acústico, y con la primera intervención destacable de Rafael Garcés, que hasta ahora sólo había aparecido en los pasajes en ensemble. El saxo encendido y febril de Garcés es deudor del Coltrane de los primeros 60 y del Wayne Shorter de los Jazz Messengers, algo que resulta innegable cuando sopla con el tenor, como por ejemplo en la magnífica y quasi-crimsoniana “The new city”, un tema en el que Jevtovic comienza su solo citando brevemente el “Caravan” de Duke Ellington, y que concluye con una nueva insinuación de otro clásico: el “Giant steps” del propio John Coltrane. Después el grupo afronta con éxito la versión de una pieza del célebre segundo quinteto de Miles Davis. Se trata de “E.S.P.”, un tema, por cierto, que guarda más de una similitud armónica con “Giant steps”. Reija demuestra aquí que puede swingear como el que más, y Gandul y Garcés, esta vez con el saxo soprano, tampoco se quedan atrás.
Curiosamente, la introde “The great escape” casi podría pasar por uno de los momentos más crepusculares e impresionistas del segundo quinteto de Miles, aunque la pieza pronto se transforma en un arrollador número de latin-jazz, para dejar paso más tarde a un contemplativo pasaje punteado por el bajo de Bernat Hernández, que se marca un solo antológico. En “Brain damage” sobresale de nuevo Garcés, mientras que “Rumbero lo serás tú”, nueva ventana al perfil latino del grupo, concluye el disco con una simpática charla entre los músicos en la que el contraste de acentos (catalán, serbio, sevillano, cubano) termina resultando hilarante.
“Dream Land” es, en definitiva, un disco que ningún aficionado al jazz-rock debería dejar pasar, además de una soberbia reivindicación de un género que en los últimos años ha competido duramente por ser el más marginal de este país. ¡Chapeau!