Tras foguearse en concursos de maquetas más o menos exitosos, demos a las radios, conciertos primerizos y demás comportamientos de toda banda que comienza les surge la oportunidad de grabar su primer disco con Sony, que los contrata tras escuchar apenas las cinco canciones que les habían enviado por correo.
A pesar de ser un grupo debutante, Sony confía tanto en ellos que pone a su disposición al productor más exitoso y de garantías del panorama musical español, Alejo Stivel, ex-Tequila productor de Sabina y El Canto del Loco, entre otros. Muchos comentarios hay sobre las ayudas del propio Alejo y de otros músicos de estudio en la grabación debido a la impericia del quinteto donostiarra, cosa que no fue óbice para que, tras su salto a la fama, como si se preparasen para una olimpiada, maratonianas jornadas de ensayos les permitieran llevar adelante una gira de ciento cincuenta conciertos, todo un record para una banda española.
El contenido de “Dile al Sol” (Sony, 1998) fluctúa entre el pop más obvio e insípido que se entremezcla con las vigorosas muestras de energía de un grupo que estaba ilusionado con llegar a lo más alto. ¿Por qué le pasó a ellos y no a los otros cientos de grupos que intentan lo mismo?. Algunos argumentos de peso tenían.
El disco comienza con lo que sería el primer single, la insulsa y autobiográfica “El 28” sobre la línea de autobuses del mismo nombre de su ciudad natal. Como curiosidad es la única canción de su primer disco que ha aguantado en los conciertos de la banda con regularidad hasta nuestros días. Contando con un horroroso videoclip, sonó en las radiofórmulas sin llegar a cuajar del todo. Sony sin embargo, confía en su producto y con una cuidada promoción llegan al segundo single “Soñaré”.
Aunque conocida por la frase un tanto sonrojante de “como dijo aquel genio, esta vida es un sueño” y acompañada de otro espantoso clip, la canción se convierte en todo un fenómeno que impulsa el disco a los primeros puestos de ventas, de los que ya nunca se apearán en los siguientes diez años de carrera. Tal es el éxito, que Sony lanza este single en México en busca del Dorado pero, de momento, no pasa gran cosa allí. La canción es pegadiza, sencilla, el predominio de la voz de Amaia puede llegar a ser desesperante, pero este vicio mainstream, en el que la voz oculta la música, es sólo achacable a la forma de producir para las radios y no al propio grupo.
Musicalmente, el disco transcurre por la cálidas aguas del pop comercial con una habitual mezcla de baladas entre las que destaca otro de los singles, la sensible “Cuéntame al oído”, y de canciones con más ritmo como la tenebrosa “Pesadilla”, otro de los innumerables singles del disco y que se encuentra entre lo más destacable del álbum, con ecos interesantes a ciertos ritmos de los ochenta de grupos como A-ha, y con un sonido que se acerca más al de su siguiente disco «El Viaje de Copperpot» (Sony, 2000) algo más endurecido.
El inicio de reagge de manual de “La estrella y la luna” para estallar en unas guitarras que pretenden transmitir furia sin éxito, o los ecos a Mecano de “El libro” (incluso en la forma de cantar de la vocalista se nota cierta influencia del trío madrileño) hacen discurrir al disco sin sobresaltos ni sorpresas, tratando de cubrir el minutaje más o menos exigible del trabajo más endeble del quinteto vasco, del que sólo podemos considerar como memorable la citada “Pesadilla”.
Algunas aportaciones de relleno como la terrible “La carta”, “¿Qué puedo pedir?” buscando un cierto sonido spectoriano, o la titular, con un juego de voces bastante simplón que sirve para cerrar este debut que sobrepasó las ochocientas mil copias vendidas, algo impensable para un grupo desconocido.
La historia de la Cenicienta más rentable para la música española de la última década no había hecho nada más que comenzar.
