Totalmente dentro de los presupuestos del estilo yeyé; un estilo que ya en 1968 empezaba a quedar irremediablemente fuera de juego, Ivana factura uno de sus mejores discos. La alegre y dicharachera cara A es una buena lección pop con un buen envoltorio orquestal en la que una flauta juguetona rivaliza en desparpajo con la malagueña, que se marca una de las mejores interpretaciones de su carrera. En la cara B volvemos al viejo asunto femenino: “chico, ahí te quedas”, pero no en forma de balada ni de protesta airada, sino con un melodía alegre y un ritmo movido, que subrayan la forma abierta e independiente de enfrentarse a los problemas de la vida que preconizaba Ivana, quien seguramente con este single señala la cima de su carrera interpretativa, aunque el mercado sin ser nunca un fracaso, tampoco acababa por abrazarla.
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