Todos los temas aparecen cortados por el mismo patrón. Guitarras de ritmo muy marcado con breves punteos intercalados, ritmos acelerados bien señalados por la batería y el bajo, escasas complicaciones armónicas y desarrollos de acordes absolutamente previsibles, buena voz solista con estribillos subrayados por una segunda voz o coro. Es decir, la fórmula del pop rock más facilón de toda la vida. En cuanto a las letras parecen padecer una enfermiza obsesión por equipararse a una pretendida modernidad heredada de los textos más espontáneos de La Movida. Con estos presupuestos y unas canciones muy parecidas entre sí es fácil imaginar porqué no interesaron en exceso a un público que ya empezaba a estar harto de todo eso y que llevaba más de un lustro escuchando cosas parecidas.
Referencias explícitas a la publicidad de la época. Personajes como Mr. Proper o aquel inefable Manuel Luque del: “busque, compare y si encuentra algo mejor, cómprelo” se erigen en protagonistas absolutos de temas como “Que diferencia” o “Busque, compare”. También personajes famosos del momento como el afamado tenor aquí convertido en “Flácido domingo” o Chicho Ibáñéz Serrador, padre de aquel concurso «1, 2, 3 Reponda Otra Vez» (TVE) tienen aquí su canción dedicada.
El Papa y Rosa María Mateo también reciben besos rabiosos. Mucha caña en los instrumentos y letras más o menos graciosas, banales y de actualidad (en aquel 1987) que no consiguieron interesar a casi nadie, a pesar de que hoy el disco se escucha como un refresco fácil de consumir y digerir. Y si todo esto está tan bien, ¿qué es lo que falta? Sencillamente originalidad y auténtica transgresión; es decir, lo que nunca debe faltar en el primer disco de un nuevo grupo.