Este disco no aparece entre los mejores discos del año en la Rockdelux, tampoco en la Mondosonoro, ni en Ruta 66. Si me apuras, es realmente difícil encontrar reseñas de él, pero Costas continúa al pie del cañón a base de infinitos conciertos. El autobombo e internet permiten que sus fieles seguidores vayan aumentando mientras reciben a cambio mensajes subliminares como “Yo estoy bien, tú estas gordo” o “Costas: Posiblemente el mejor cantante del mundo”. Alguien tenía que poner en su sitio a Chenoa y Bisbal, alguien tenía que poner de nuevo de moda el lanzar ropa interior al escenario. Y ese alguien no es otro que Miguel Costas.
Siendo uno de los puntos fuertes de Miguel el directo, el disco no podía empezar de otra forma que con unos aplausos calurosos del público en una festiva “Presentación”. Tras el rock costumbrista escrito de barra en barra de “Hasta los güevos” llega el alegato galleguista de “No somos de aquí” y el retrato amoroso-sexual de “Marisol”.
Uno de los cortes más interesantes del disco es “Chufla, chufla”, con ese ritmo contagioso de country surf yeyé, y el momento cumbre no es otro que “Baja el pantalón” -elegido como single-, el corte más cercano a Siniestro Total que en cierto modo recuerda a la versión “siniestra” del “Vamos muy bien” de Obús.
El punk acelerado llega con “Yo estoy bien, tú estás gordo” y la suavidad pop con “Ya ves tú” -un acercamiento caluroso a aquellos tiempos de Aerolíneas Federales-. El escupitajo llega con “Los funcionarios”. Cierra con los ritmos semiacústicos y los dulces coros de “Yo quería a los Ramones”.
En definitiva estamos ante un disco sin grandes pretensiones, en el que Miguel cumple sin aspavientos y nos depara algún que otro buen momento.