Coleópteros

El primer trabajo de Ensaladilla Rusa es una salvajada. Primera canción “Amor antisemita” («una broma», según ellos), y un silencio, para que cuando comience el segundo corte, algún oyente despistado suba el volumen y suene de sorpresa el torrente del siguiente corte, «Fósil». Hagan la prueba. «Coleopteros» (Ozono Kids, 2003) es  una propuesta más ortodoxa que la de Campamento Ñec Ñec en lo que al hardcore se refiere, ya que aquí, el punk no es solo el corazón, sino también la piel con la que revisten sus canciones. Los arreglos, imperceptibles debido a la velocidad trepidante de los temas y a la actitud que toman hacia estos. La no repetición de estructuras se cumple escrupulosamente, como si de un dogma se tratara, y en cada corte apenas se distinguen melodías.

Las voces merecen mención aparte. Sin ninguna letra, y simplemente utilizando el recurso que da la propia voz como medio expresivo, llegan a mostrar la emoción del instante. Pero ésta es punk, y más punk, retorcido, visceral y a la vez, intelectual. Hasta cierto punto, es angustia como en “Algunos vegetales y tú”, que termina con una ráfaga de rabia monumental. En otros puntos, es locura como en “Ahora ya no matan a mucha gente”. Las baterías lo mismo esperan que se disparan con el doble bombo. Se trata de que las canciones alcancen la máxima expresión, sin renunciar a la velocidad, que hace la propuesta más atractiva.

Son necesarias varias escuchas para dejarse convencer de que «Coleópteros» es como querer utilizar un martillo para cazar moscas y además, hacerlo lo más pronto posible. En un mismo corte que no alcanza el minuto de duración, pasan por varios estados, que hay que repasar una y otra vez. Es lo que se piensa varias veces. Es un grupo que no trata de convencerte de nada. Hace lo que tiene pensado y lo hace sin medias tintas. Se pone unos límites en la forma, y lo siguiente es tocar de la mejor forma que se sabe. En todo momento evitan la imagen arty del asunto. Es punk y más punk.