Habiéndose presentado con los EP «Palencia» (Grabaciones en el Mar, 1994) y «Bernadutz» (Grabaciones en el Mar, 1995), y siendo acogidos por Grabaciones en el Mar, El Niño Gusano se mete en el estudio en 1995 para grabar su debut «Circo Luso» (Grabaciones en el Mar, 1995), el que contiene «La mujer portuguesa», hit que lastraron, aunque sólo hasta cierto punto.
Pero no sólo de «La mujer portuguesa» vive este disco. En él se comienzan a esbozar algunas ideas que luego desarrollarán, y aunque el sonido estaba aún por pulir, hay verderas joyas de pop psicodélico y mutante. También es cierto que en 1994 muchos otros grupos españoles tenían un patrón guiri a seguir en cuanto a sonido, pero estaba claro que El Niño Gusano tenía otros objetivos, y por ello ya brillaban con luz propia. «La mujer portuguesa» sirvió como tarjeta de visita, y de hecho abre el disco, dejando por sentado que la gema que pulieron era difícil de igualar: ¿quién sería capaz de cruzar una melodía pop perfecta, unos personajes creados por Lewis Carroll, y un final con mandolinas?. En aquella época, seguro que pocos.
Sin embargo, las intenciones del grupo se palpan mucho mejor en los siguientes temas: «Pumuky» nos propone un viaje sumergido y «La ciudad de los loros» parece querer musicar algún sueño de Dalí, mientras unos reiterativos violines invitan aún más al surrealismo. También «Menta», que define muy bien al grupo por esos saltarines coros y esa insistente melodía que suena casi desafinada en la garganta de Algora que, a pesar de no tener una gran voz (ningún indie español de la época la tenía), y de que desentona por momentos, sería impensable que las canciones las cantase otro.
Aunque aún no habían empezado con las elaboradas intrumentaciones y arreglos, que luego descubrirían en sus dos próximos discos, sabían lo que querían hacer en cada uno de los temas de «Circo Luso», pasando por alto los más obvios (como «Nureyev»), y centrándonos en otros mucho más memorables, como la enorme «Ciempiés», o «Capitán Mosca». Dos caras de la misma moneda de El Niño Gusano: una amarga y agonizante, otra surrealista y cómica. En cualquier caso, las dos se mueven por el mismo terreno de las imágenes fuera de lo común.
En general, tanto la lírica alucinada de Algora como los arreglos de Vinadé, dan como fruto un extraño pero atractivo paisaje, que precisamente les diferenciaba de muchos compañeros de generación. A pesar de que aún no habían alcanzado una madurez compositiva absoluta y que había tics indies muy manifiestos, el debut de El Niño Gusano era el primer aviso.
El disco sería reeditado en vinilo por Grabaciones en el Mar en 2010.