Apenas un single de tres canciones, este “Cinco Minutos” (Annika, 2002) es un doble debut, tanto de sello como de grupo. Tras dos maquetas que los convertían en uno de los grupos más prometedores del principio del milenio dentro del pop independiente español, muchos se sintieron decepcionados por la racanería del contenido del disco, resumido en un single tan escaso y con un diseño tan espartano como simple.
Las canciones, con un tremendo influjo de Family, son lo que venía viéndose en las maquetas; teñidas por una melancolía muy cotidiana cuentan pequeñas historias con ritmos que basculan entre lo sintético y lo acústico, con resultados bastante estimulantes, como en la preciosa “Más o menos igual”.
Pero lo verdaderamente importante de este disco es la canción titular: un absoluto himno de bellísima letra sobre los pequeños fracasos del día a día amoroso narrado con una sutileza nada artificiosa. Tres minutos que encogen el corazón; un auténtico himno melodramático lleno de detalles de inteligente observación que trascienden al costumbrismo; una relación narrada en tres instantes muy precisos sobre la fragilidad y fugacidad de un amor que se presume eterno.
Magistral.