Tras su experiencia con Secta Sónica, grupo catalán de rock progresivo e instrumental de los 70, clave en la onda laietana, Javier Pérez (o el Gato Pérez) descubrió en unas fiestas del barrio de Gràcia el estilo a través del cual intentaría sintetizar todo su talento poético y musical: la rumba. Comenzaría así la andadura de un verdadero maestro del formato canción, de contar historias y transmitir emociones con palabras y sonidos en apenas unos pocos minutos. “Carabruta” (Belter, 1978) fue su primer álbum.
El LP que supuso puesta de largo del Gato tiene un sonido irregular, no en vano pasaron muchos músicos (y muy diversos) por el estudio de grabación, y las sesiones fueron un tanto caóticas.
El disco empieza con un auténtico manifiesto, “Ja soc aquí”, con esa característica melodía a medio camino entre la alegría y la melancolía, y cuya letra anuncia lo que vendrá: “Ja sóc aquí ja he vingut amb la Rumba, / I ningú m’ha demanat que vingui / m’he escollit sol entre altres rumberos / molt millors en les pells i en els ferros”.
La pequeña pero deliciosa “La balsa” es una versión de un cantautor referente de la música argentina, Litto Nebbia, en España más conocido por ser el productor de “El Palacio de las Flores” (GASA / DRO, 2006) de Andrés Calamaro.
“Viejos automóviles” continúa la marcha, y de qué manera. Es un canto a la amistad que se convirtió en uno de los clásicos del repertorio del Gato. Le sigue “S. O. S.”, un himno pacifista: “Yo no quiero que me salven / yo no quiero que me adhieran, / que me metan en su guerra / redentora y justiciera”.
La filosofía hippie y libertaria del álbum continúa con “Qué rama más mala”, canción intencionadamente pegadiza (sin pudor ninguno) y que es en sí misma un divertido guiño a la marihuana: “Protestamos enérgicamente contra la adulteración de los productos de primera necesidad”, se escucha en el inicio. Al escucharla, uno no puede dejar de pensar en otro rey de la rumba, Kiko Veneno, y “La Rama de Barcelona”, de “Dice la Gente” (Warner, 2010). ¿Homenaje?
“Sabor de barrio” es otro clásico “gatuno”, una majestuosa celebración de la sabiduría popular, y cómo no, también la sapiencia musical de los ancestros: “Distante en el recuerdo, perdido en la memoria / guarda un ritmo la especie que siempre es natural / que es grato su recuerdo, sincero y espontáneo / ruido de cuero y caños, sabor de barrio”. Swing, tango, milonga, candombé y rumba.
“La rumba de Barcelona” era otra pieza habitual en los conciertos del artista, homenaje al estilo mestizo que venía de abrazar: “La rumba que coneixem / no és de la Xina ni del Japó (bis). / La nostra Rumba de Barcelona / està marejada de voltar el món”.
“Nyigo Nyago” carga contra la televisión sin imaginación (con playback) y que castiga al telespectador. Desafortunadamente, desde 1978 no han cambiado mucho las cosas. “La Mundial (descarga rumbera)”, un instrumental, pone fin a la fiesta.
“Carabruta” habla de todo lo importante, tiene canciones como catedrales y transmite una sabiduría insurgente que ya muchos quisieran alcanzar, aunque todavía no mostraba las mejores cartas del Gato Pérez. De hecho, el músico fue el principal crítico del disco y, tras su publicación, sufrió una depresión de puro descontento. Afortunadamente, no tiró la toalla.