Nada menos que veintisiete canciones contiene este doble LP, grabado con entusiasmo, energía y exceso. Saber que todo estaba a punto de terminar y que quizás este fuera su último disco, llevo a Josetxo a poner toda la carne en el asador y armarse de valentía y ambición. Abandonan el castellano y se vuelcan con el inglés definitivamente, la producción mejora con respecto a su debut “Color Hits” (Oihuka, 1989) y la inspiración acoge entre sus brazos a Ezponda, que da muestras sobradas de su ingenio. En una reciente entrevista concedida al Diario de Navarra comentaba: «Cuando estábamos en la segunda tanda de grabación de Bitter Pink ya sabía que ésta era una historia que se acababa. Oihuka se había desmembrado y los miembros del grupo se fueron cada uno para su monte y algunos de esos montes estaban llenos de pinchos. En las últimas actuaciones sólo venían doce personas a vernos. Fue un intento desesperado por acabarlo y dar portazo. Nosotros dejamos de aguantarnos, cosa muy normal en los grupos, sobre todo siendo tan temperamentales como éramos. Lo peor fue no sacar lo mínimo para seguir dignamente. Fueron demasiados ‘no’ a todo. Es la historia de mi vida”.
Entre los veintisiete cortes, encontramos las habituales versiones que inundan sus trabajos, pequeños homenajes a esos artistas de cabecera que de forma directa marcaron la evolución de la banda. En esta ocasión los elegidos son el «Je t’aime… moi non plus» de Serge Gainsbourg, la preciosa “Holocaust” de Big Star -una de las mejores composiciones que hizo Alex Chilton en toda su vida- y la dulce y melancólica “To know me is to love me”, de Phil Spector, que cierra el disco.
Abre “Fuelled by desire”, cargados de entusiasmo, deseo y electricidad, un vendaval que nos alcanza por sorpresa y cuando reaccionamos ya suena “Raquel’s dream”, un medio tiempo en el que destaca una brillante línea de bajo que dirige la acción y la letra de Josetxo, que alcanza un nuevo nivel en las composiciones. La suavidad llega con la delicada “Still can’t cry”, lamentos eléctricos en la lejanía y una interpretación soberbia a cargo de Ezponda, mientras que los aires truculentos inundan su particular versión del «Je t’aime… moi non plus» de Serge Gainsbourg, corte en el que los lamentos de Josetxo recuerdan a una alimaña herida. Con“Go, fish, go!!” y “Worms” recuperan la energía y contundencia con la que abrían el disco, la electricidad vuelve al primer plano totalmente desatada. “I’m inside her” recuerda a uno de sus grupos predilectos, los New York Dolls, descargas y aires exhibicionistas que se incrementan en “Poxy, poxy”.
El segundo disco se abre con “Mice from hell”, aires sobrecogedores reflejo de su gusto por The Scientists. “Marina” es un medio tiempo pausado que trae la sensibilidad y la delicadeza antes de la lisergia western de “Nip of hate” en la que un ritmo repetitivo de bajo y unos brillantes efectos captan toda nuestra atención. “Wishin’ shift” es la hermana gemela de “Still can’t cry”, suavidad e intimismo de gran calidad, con aires acústicos que se acaban perdiendo entre pequeñas deflagraciones eléctricas. Los vasos que se rompen y los pequeños latidos de la batería inundan la cruda emoción que trae consigo “Someone from a song”.
El pop llega con “The elf queen” e “If you cry now she’ll be glad”, dos fantásticos cortes que ponen de manifiesto la capacidad de Josetxo para crear pequeñas joyas en la que la crudeza y la sensibilidad forman parte de un todo redentor.
“Bitter Pink” es ante todo un gran disco, un tratado de rock con clara vocación outsider en el que encontramos desde rock convencional, aires glam o rock-pop muy personal, oscuro y lisérgico. El mejor disco de una gran banda.