El debut de Vulk llega de la mano de un más que interesante Beat Karmelanden, un disco con atractivo diseño tanto para la portada como para el interior.
Lo graban a lo largo del 2016 en varios estudios: los Montreal Studios en Subiza (Pamplona) de la mano de Hans Krüger, en los Estudios Pan-Pot en Romo (Getxo) con Alberto Macías y en Ibero Sound Machine en Navarra con Pablo García. Para la masterización acudieron a los Kadifornia Mastering de Mario G. Alberni en el Puerto de Santa María (Cádiz).
La línea de batería de canciones como «Something internal» sirve de esqueleto a una pequeña maravilla que va creciendo, cristalizando hasta convertirse en uno de los momentos más sobresalientes en intensidad y elegancia. Suenan Vulk incluso atemporales, cruzando la barrera de la mera etiqueta que les sitúe cronológicamente.
Protestan por el encasillamiento que reiteradamente se les hace con las huestes del post-punk británico. Lo cierto es que se les reconoce una inquietud similar a la de algunas bandas de aquella escena por explorar vericuetos diferentes a los habituales.
Pero no hace falta tener que atravesar fronteras y llegar a la escena británica para establecer analogías. «Zaldia burning» tiene piezas que perfectamente podrían insertarse en alguna de las composiciones de, por ejemplo, Fabuloso Combo Espectro. Pero no son más que atisbos, ya que Vulk desarrolla el tema desplegando una buena cantidad de recursos y detalles que
«From found to stage» es un minuto y medio de aires fantasmales, como de tenebrosas campanas, mientras que «Sure drop» parece almacenar una intensidad contenida que empaquetan y delimitan sin dejarla explosionar de forma violenta. Es de los temas más largos, superando los cuatro minutos, en un crecendo amenazador.
Con «Bugo hall» me viene a la mente algunos pasajes de las guitarra de Patrullero Mancuso[\grupo], otros a los que, desde otra perspectiva tampoco les gustaba ofrecer canciones que se ajustaran aburridas a los cánones habituales del pop rock comercial.
Si con «Brazil» parecen desmelarse y soltar cualquier freno, con «Slow attack on canvas» logran cerrar el disco de manera sublime. Suenan más oscuros que en el resto de los cortes y facturan el que probablemente sea el mejor tema de los nueve.
Más que recomendable debut.