Segundo disco de los navarros y primero de su formación clásica. Tras la marcha por motivos castrenses de Sergio Osés y la trágica muerte de Mikel Astrain, la banda encuentra en Alfredo Piedrafita y Fernando Coronado a sus sustitutos.
El nuevo guitarrista hace notar mucho su presencia en la banda ya desde este disco, sus riffs son menos metaleros que los de su predecesor, aportando al grupo punzantes fraseos de rock. Fernando a las baquetas es más contenido que Mikel, pero se acopla perfectamente a la banda debido a su veteranía; su sonido a los tambores confiere mucho aplomo a los temas.
El disco es un carrusel de temas enérgicos y desatados, de ruedas de acordes sin nada que perder; “Callejón sin salida” es un sopapo de los que dejan marca, siguiéndole “Pon esa música otra vez” donde Boni escupe las palabras como si fuesen los clavos de Cristo que se han colado en su bocata de calamares.
Es difícil encontrarle peros al disco. El bajo de Drogas en “No pongas el culo” suena a mucho más que un instrumento de base, aunque siendo totalmente justos la producción de Rosendo es magnífica y, pese a la escasez de medios, todo suena muy bien; las guitarras suenan rasposas y los solos de Piedrafita hilan bien las canciones sin caer en la pesadez del guitarrista de solos eternos.
También es difícil quedarse solamente con una canción, si tuviera que hacerlo lo haría con “Noche en la ciudad” por la cantidad de recursos y matices que vuelven la canción estructuralmente muy profunda, acompañada de una letra de las de cantar a grito pelado.
Tremendo disco el de consagración de Drogas y compañía, repleto de temazos. Sin duda un disco de puta madre, y perdónenme la vulgaridad pero que son los Barri, cojones.