El 9 de agosto de 1992 Barcelona era una fiesta. Se celebra la ceremonia de clausura de los vigésimo quintos Juegos Olímpicos de verano en el estadio olímpico de Montjuïc. En el escenario retumban las guitarras de Los Amaya, Los Manolos y Peret, y poco a poco se ve invadido de atletas de todos los países participantes bailando al ritmo de la rumba. Constantino Romero, en un vano intento de un desalojo pacífico, soltó el ya mítico: «Atletes, baixin de l’escenari«. Obviamente no le hicieron caso y tuvo que ser la seguridad del evento la que previno que se hundiera el escenario ante la avalancha de gente. Esa frase es la usada por los Manel para titular su tercer álbum con una portada un tanto desafortunada, que si bien es tan minimalista como las anteriores, esta vez deja un regusto amargo.
Tras el sorprendente “Els Millors Professors Europeus” (Discmedi, 2008) que dio lugar al llamado fenómeno Manel, la banda abandonó la búsqueda de estribillos en los temas, si hacemos caso a sus entrevistas fue algo no intencionado, en su segundo álbum, el notable “10 Milles per Veure una Bona Armadura” (Discmedi, 2011). Para este trabajo el grupo barcelonés da una vuelta de tuerca más a su sonido dejando de lado los arreglos instrumentales, un espacio del que se aprovechan, sobre todo, las guitarras para hacerse notar como nunca lo habían hecho antes. «Buscamos ideas y acabamos presentando la que mejor acompaña a la letra y hace crecer la canción. Antes usábamos estos instrumentos para quitarle seriedad, gravedad a las canciones. Para que no parecieran oscuras. Y había ese contraste que nos gustaba. Pero en este disco no ha sido así» contaban Manel a El Periódico.
Este cambio de sonoridad es una jugada arriesgada ya que se presentan como un grupo de pop sin arreglos orquestales ni estribillos identificables. Sin estribillos pero con un verso similar que se repite al final de cada estrofa y hace de puente entre ellas como en «Vés bruixot!» o «Desapareixíem lentament» que hacen recordar las composiciones de otros cantantes como Leonard Cohen, Bob Dylan o Nacho Vegas. De esta jugada Manel no sale tan bien parado como en álbumes anteriores, pero ojo, eso no quiere decir que la maquinaria compositiva del cuarteto barcelonés está oxidada, ni mucho menos. Cuando la banda da en el blanco consigue auténticos temazos como ese repóquer de canciones que son «A veure què en fem«, «Teresa Rampell» que fue single de adelanto de este disco y con el cual recorreremos la noche barcelonesa, la mágica «Vés bruixot!«, «Quin dia feia, amics…» y, sobre todo destacaría, «Mort d’un heroi romàntic«. Pero si que es cierto que durante el minutaje del disco hay momentos un tanto intrascendentes y eso no ocurría en sus dos primeros álbumes.
Pero a pesar de estos cambios estilísticos Manel ya ha conseguido un sonido propio y fácilmente reconocible donde el gran acierto, y la marca de la casa, siguen siendo sus magníficas letras, tan identificables con el grupo, en donde nos podemos encontrar textos tan variopintos como la surrealista «Imagina’t un nen«; una bonita nana con título «Ja era fort«; la historia de un grupo casi olvidado «Banda de rock» o es acaso los miedos propios internos de la formación por lo que puede ocurrir en un futuro; o «Deixar-te un dia» sobre los inevitables pensamientos de ruptura que nos asaltan en ciertos momentos cuando tenemos una relación sentimental.