El quinto trabajo de Albertucho es claramente una apuesta por un sonido de sabor y aroma a caoba. Dejando atrás los sonidos duros y las guitarras recargadas de distorsión de años anteriores, el sevillano apuesta por una presencia casi constante de guitarras acústicas, banjos, ukeleles, dobros y elementos folk e incluso western; y frente a los tiempos de crisis que vivimos, por el optimismo en sus melodías.
Abre la gran movilidad de la mano derecha en la guitarra acústica de la canción que da título al disco, «Alegría» va capturando instantáneas de la escena cotidiana obligándonos a buscar belleza en pequeños detalles de nuestro quehacer diario, siguiéndole los esbozos country de «Muertecito estoy de ganas«, una canción que transmite tan buen rollo que no te queda sino dibujar una sonrisa.
Sorprende también la duración de las canciones, casi ninguna llega a los tres minutos, pero es que Albertucho ha concentrado muy bien todo lo que quiere decir, en ninguna se deja nada pendiente; «Deja de mandar» abre con un silbido muy de película de Ennio Morricone, «Tiene que haber de tó» mezcla el folk y la rumba, y apuntala los acordes de guitarra con ejercicios de guitarra y slide que le dan mucho cuerpo.
Así van pasando las canciones y Albertucho sigue mostrándose como uno de esos colegas a los que puedes contarle tus cosas cuando estás por ahí de cañas; en «Somos pájaros» tira de la hermosura de lo sencillo para construir un maravilloso estribillo para una canción muy de los discos del Dylan de los 60; por otro lado, en «Mi compadre» el banjo cobra protagonismo en una bonita exaltación de la amistad. Destacar también la fábula con aire casi redneck de «Él no murió» que recuerda irremediablemente a Calexico o a una película de spaguetti western de las que nunca dirigió Leone por falta de presupuesto.
En definitiva, un buen ratito que se pasa con canciones auténticas, sinceras, que te tocan la patata y que te llevan de paseo por esos estados áridos de EE. UU., pero con un poquito de deje sevillano que, dicho sea de paso, también le da su puntito.