Un disco homenaje a Miguel Hernández, que reivindica su figura y sus textos. De nuevo producción de Carlos Montero y esta vez otra cuidada portada obra del ceramista Arcadio Blasco.
Un LP que de alguna manera cierra la carrera de Adolfo Celdrán o al menos una parte de ella. También el disco más difícil de escuchar de su carrera, ya que los textos dominan el universo sonoro, especialmente en un tema como “Bocas de ira” que cuenta únicamente con el acompañamiento de entrechocar de hierros. Más instrumentada con sección de cuerda es el “Juramento de la alegría” en la que sobre una voluptuosidad sonora impera la voz ascética de Adolfo transmitiéndonos las palabras de Miguel Hernández. Toques eminentemente populares en “Tú” , un contenido sentimental con ciertas imágenes eróticas ilustradas por la voz viril y adornada de flauta, un instrumento al que este cantautor recurrió muy a menudo.
Música experimental en la “Canción de recogedoras de lentisco”, otro texto del poeta de Orihuela en la que es el sonido de gaviotas y olas de mar constituyen todo el acompañamiento que Adolfo precisa para recitar más que cantar este conocido poema.
La canción más conocida de este LP es la “Canción del esposo soldado” en la que la voz nos recuerda mucho la de Paco Ibáñez. Un poema clásico con una de las letras amorosas más duras que nos ha dado la lengua española. Adolfo, aquí con arreglos más ortodoxos, abre su pecho hasta llenar cada una de las estrías del vinilo. Cierra el disco un recitado que da título a todo esta tercera entrega y que nace en su letra, pues música casi no tiene, del propio Adolfo Celdrán.
“Al Borde del Principio” es una obra cerrada a cal y canto que nos muestra, no sin cierto pudor, el universo sonoro –no necesariamente musical- de un Adolfo Celdrán entregado al estudio de Miguel Hernández en sus facetas más íntimas.