Canción dulzona con mucho violín y melodía cantada de forma automática por el ya veterano Lorenzo Santamaría que barruntaba el final de su carrera y se aferraba a su estilo de siempre, ese mismo que en la década anterior le había puesto en el pedestal de las voces solistas españolas, pero que ya prácticamente lo había borrado de su lista. Canción floja que preludiaba un nuevo LP mediocre que vería la luz al año siguiente.
Esta web utiliza cookies para que podamos ofrecerte la mejor experiencia de usuario posible. La información de las cookies se almacena en tu navegador y realiza funciones tales como reconocerte cuando vuelves a nuestra web o ayudar a nuestro equipo a comprender qué secciones de la web encuentras más interesantes y útiles.