Tercer disco en solitario del madrileño y primer traspiés serio. Tras su magnífico debut de «Loco por Incordiar» (RCA, 1985) y una muy buena continuación en «Fuera de Lugar» (RCA, 1986) parece que el ex líder de Leño se está quedando sin ideas. El disco sin ser malo podría haber dado más de sí, exceso de teclados, guitarras más blandas de lo habitual, falta de garra… menos mal que todo tiene arreglo.
Abre el disco “¿Qué me das?” construyendo sobre plano en un medio tiempo muy bailongo, con unos apuntes de teclado que pueden llegar a despistar, pero que están lejos de ser una anécdota en el disco. “A las lombrices” ya muestran esos destellitos que piden paso con un tímido refulgir sobre una sólida base rockera que va a parar directamente al tercer corte del disco, “En agua caliente”, que siendo más movida le falta algo de punch ¿más dureza en las guitarras?, ¿algo más de contundencia en la batería? No sé, parece que algo se ha perdido por el camino.
Tras una “Calidez” que suena entre baile agarrao, hilo musical de dentista y banda sonora de melodrama de sobremesa, “El Asa del cubo” parece retomar un rumbo más recto, dando algo más de cera al asunto –aunque sigo echando en falta algo de más dureza– y bien rematada por un solo muy rosendero. A continuación esos teclados que parecían dejados atrás vuelven con un protagonismo absoluto en “De nada más” dando al asunto un punto muy ochentero –hablamos del año 87– que si bien hay que reconocerle la calidad, que tenerla la tiene, no deja de resultar algo chocante.
Sigue “Por meter entre mis cosas la nariz”, de largo la mejor canción del disco y una de sus canciones más celebradas que trata sobre sus experiencias con la cocaína. Aquí sí que el de Carabanchel recupera más su estilo, guitarras con más cuerpo, cadencia con más gancho y sobre todo una voz con más presencia. En el último bloque de canciones del disco tenemos dos canciones de buena factura y muy bailables: “El último golpe” y “Desde la barrera” se plantan antes de llegar a los tres minutos siendo dos detalles muy cortitos y muy interesantes, como dos buenos crochés bien tirados. Cierra una “Sala de espera” que pasa sin pena ni gloria.
Quizá sea el disco más flojo del cantante madrileño, pero que nadie se alarme que este hombre enderezó el rumbo con maestría.