Primer LP para celebrar sus diez años de existencia. Fueron sólo 300 copias en el sello Alehop!, del que constituye la séptima referencia en la denominada sección «kaka». Las canciones se grabaron en directo en EURAM con Sergio Delgado al cargo. Ibón Errazkin (Le Mans) fue el productor. Foto de mariquita paseando sobre epidermis humana velluda para una portada diseñada por la artista francesa ZAB. En su interior se incluía una hoja fotocopiada, en estética fanzinera, en la que aparecen flyers, anuncios de conciertos, fotos del grupo y las letras en todas las posibles direcciones.
Es el disco grabado con la revolucionaria formación que carecía de bajo y batería: sólo guitarras (tres eso sí), la trompeta y trombón de Juan, y los juguetes autoconfeccionados por Olaf (sobre todo pedales para las guitarras). Desde sus puntos de información internautas lo definieron como “una suerte de folk-punk espacial. Como si The Shaggs hicieran versiones de Pussy Galore, y Raymond Scott -todo puesto de LSD- mezclara los colores”. A pesar de la presencia de las guitarras, las atmósferas tienen un punto de Mercury Rev o incluso de Spiritualized, pero el aporte tecnológico tan pronto lo lleva a ambientes marcianos como a composiciones bastardas de Stereolab.
Es el trabajo que humaniza a Los Caballos de Dusseldorf. Burbujas electrónicas, trompetas esquizoides, voces femeninas que sortean el caos musico-electrónico y guitarras amortiguadas.
El comienzo es para “La doble” donde la guitarra y la trompeta, junto con la voz más irritante (¿digo grunge?) de Balma nos prepara para lo que viene. Riffs surferos, fronterizos, impiden hacerse una composición de lugar precisa. Sigue “Cuatro notas” que parece la continuación del anterior tras un breve receso para tomar aire de los músicos. Totalmente instrumental.
Resulta difícil distinguir la transición con “El potro”. Justo cuando empiezas a pensar que con semejante formato instrumental uno sólo puede repetirse, comienzan los primeros juegos electrónicos, el as en la manga de Olaf. La voz de Balma adquiere tonalidades Hagenianas con los dubs y ecos. Esto se anima. Feedbacks y estelas de platillos volantes que lleva a los gorgoritos de “El kurdo”.
“Mi punto de vista”, la canción en la que Eva pone la voz está muy bien. Empieza con una especie de loop que da paso a una trompeta desquiciada, ecos y reverberaciones, junto con una enumeración, como las del conde Drácula de Barrio Sésamo, los diferentes puntos de vista. Con “La mirona”, el siguiente tema, parece querer seguir la misma intensidad. Consiguen aplacarlo, a base de mandobles de los pedales de Olaf.
“Memphis” es pura cacofonía domesticada; como las ambrosías marcianas de “Versión”. Ramalazos de My Bloody Valentine, con sobredosis de electrónica. Disco Inferno o Labradford tiene composiciones que parecen explorar derroteros similares.
“Psychotic reaction” tiene el comienzo más rockero. Es la versión imposible del tema de la banda americana Count Five. Trompetas que tratan de cortar la cortina de guitarras y feedback. Balma que nos recuerda que el grupo sabe de esto del Rock and roll. Parece marcar el punto en el disco a partir del cual, las guitarras parecen dominar tímidamente sobre el despliegue electrotécnico desplegado a raudales desde “El kurdo”.
También tiene comienzos de rock and roll clásico, de western incluso, “La nana”. La trompeta comienza dirigiendo el rumbo del tema. De los temas más reposados.
Bramidos casi de elefante para comenzar “Mapache”, una auténtica bofetada de difícil digestión. Las guitarras a la mitad de la canción apenas tienen tiempo y espacio para imponer algo de orden. Para los paladares más ásperos, sin duda.
Curiosa “El hijo del Obispo”, fondo musical que tan sólo en una guitarra parece seguir a Balma. El resto, en la onda más planeadora de Mercury Rev parece traído de un tema totalmente ortogonal. De igual forma poca ayuda y enganche encuentra la cantante en la música que le arropa en “Pin cushion queen”.
El arranque de “Ekosistema” evoca a The Dandy Warhols. Una cuenta errática y aleatoria en español nos parece colocar en un bingo galáctico.
El cierre lo pone “Amago”, que justamente acaba con un “Se acabó” de Balma. Cuando suba la aguja te quedarás estupefacto. No sabrás a ciencia cierta qué es realmente lo que has oído. Eso sí, sé sincero y reconoce que no ha estado mal.