
Hay dos cosas que llaman la atención en la fotografía de la portada de “Casta Viva” (CBS, 1977). La primera es la tristeza que transmite la mirada de las hermanas Muñoz Barrull, como si intuyeran que aquel disco acabaría por ser su adiós fonográfico. Aunque lo más probable es que se trate de una pena más honda, de esas que corren por dentro de uno y brota por los ojos porque por algún lado tiene que salir. Y ahí están Las Grecas mirándonos con la firmeza de la pesadumbre, la congoja y la desolación.
La segunda es la estrafalaria utilería de la que echaron mano los estilistas para la composición. Es una algarabía de materiales y colores mezclados diríase que sin que el verbo «recargar» tuviera significado alguno. Tela, mimbre, plumas, plumero (la planta), cristal, flores, encajes, cerámica… Un potaje.
De la misma manera, este llano plato tan ibérico que ofrecemos hoy está compuesto con un poco de todo: legumbre, verdura y pescado. Además, un potaje de garbanzos tiene también algo de afligido en su ser, como triste es el periodo de vigilia y martirio en el que tanto suele cocinarse. Comparándolo con la espléndida grandilocuencia de un cocido, carece de su fuerza, de su poderío. Pero el garbanzo posee una personalidad gastronómica única, así que por muy humilde que sea el plato que lo contenga, ahí está siempre él para aportar reciedumbre y sabor.
“Casta Viva” no tendrá la asombrosa pujanza del debut, pero nunca hay que despreciar el vigor y el nervio incontestable de Las Grecas.
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