CENA DE VERANO EN LAS VENTAS

CENA DE VERANO EN LAS VENTAS


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En la noche del 2 de julio se sirvió en la Plaza de las  Ventas la siguiente cena para alrededor de 5000 comensales que conmemoraban el 50º aniversario del concierto de The Beatles en Madrid.

PRIMER PLATO:  Tortilla española
Los Pekenikes auténticos: Lucas, Nacho (quien acaba de editar la historia del grupo), Tony, Barranco y Félix se reunían para ser de nuevo teloneros del fenómeno beatle. Comenzaron con un recuerdo al fallecido Alfonso Sainz y enseguida la armónica mágica de Nacho bordando “Hilo de seda”. En “Los cuatro muleros” se produjeron notorios fallos de conjunción y sonido. Temí que esa podía ser la tónica del concierto, pero Pepe Barranco se fue para el micrófono y salvó la situación haciendo lo que mejor sabe, cantar rock and roll. Después ganaron confianza, crecieron y se asomaron a las “Sombras y rejas” y «Embustero y bailarín«, entre otros temas instrumentales de su época dorada bien interpretados. Un magnífico solo de batería de Félix Arribas fue muy aplaudido por un público entregado. Después una siempre complicada “Cerca de las estrellas” trufada del guiño a los de Liverpool con el riff de “Day tripper” marcó el punto culminante de su actuación. Más rock and roll con una “Runaround Sue” que puso a bailar al respetable y una despedida cargada de cariño. Es posible que Lucas ya no tenga la elegante agilidad de hace medio siglo o que Barranco ande falto de fondo (por cierto, qué bien dice este hombre el rock and roll con setenta años muy largos). Pero Los Pekenikes pusieron autenticidad en una noche de exaltación de la impostura. Servidor se quedó con ganas de más Pekenikes.

SEGUNDO PLATO: Carroña exquisita
Los mismos trajes, los mismos instrumentos, los mismos amplis, los mismos micros, los mismos arreglos, las mismas pelucas, casi las mismas caras y hasta un bajista zurdo. Es decir copia exacta de todo lo que se podía copiar, pero las voces ya eran otra cosa. Para empezar cantaban algunos tonos por debajo del original, así y todo las segundas voces a cargo de sosias de Paul y George llegaban malamente a los agudos. El show, que duró dos horas, se dividió en tres partes. La primera dedicada al beat esencial y cañero, la segunda a la sicodelia con la activa participación de un cuarteto de cuerdas, una sección de viento y algún teclista y la tercera recreando la época Abbey Road. Todo ello envuelto en la iconografía beatle con cambios de vestuario y lujos sonoros y visuales. Pero no nos engañemos: estos triunfitos australianos, que me recordaron a una especie de Década Prodigiosa llevada a las últimas consecuencias, no eran los Beatles, sino unos mendas con vocación de fotocopias y esto me lleva a pensar que habría que plantearse, ¿hasta dónde es lícito estrujar la fama ajena de un grupo o solista? Poco que objetar desde un punto de vista estrictamente formal, pero mucho que decir sobre el concepto del asunto. Supongo que andarse con filosofías resulta banal cuando esta gente, según se rumoreaba por la plaza, cobran más de 100.000€ por actuación y eso sí que es un buen tributo a su bolsillo y al de sus mentores.

POSTRE: Fresas al ácido lisérgico
Me resultó especialmente interesante escuchar a estos chicos australianos ejecutando en vivo un montón de temas que los Beatles de verdad nunca pudieron tocar en directo con los equipos de sonido y las circunstancias de su época. Me gustaron especialmente en la segunda parte y me entusiasmaron en “I´m the walrus”, pero servidor ya no tiene edad para apuntarse a la virtualidad y a la necrofagia, aunque pueda verme a veces deslumbrado por esta exquisita carroña servida en plato de fina porcelana.

CAFÉ
Hubo más verdad en la voz de Barranco, la armónica de Ignacio, los tambores salvajes de Félix y las guitarras añejas de Lucas y Tony que en toda la parafernalia colorista y toda la campaña de marketing que rodeaba a estos Beatles de pega. Quiero terminar con una frase del Evangelio que viene al caso: “Deja que los muertos entierren a los muertos” (Lucas 9. 60) y es que en esta cena los alimentos más frescos vinieron servidos por los veteranos Pekenikes, aunque para hacer su tortilla tuvieran que romper algún huevo.

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