A ver si consigo explicarlo sin que la anécdota parezca un chiste fácil o un chascarillo de fogón, aunque quizá sea ese simplemente el alma que lo anida. Una vez, en un pequeño restaurante de comida italiana, nada más entrar, oí a un cliente decirle de sopetón al camarero que le apuntaba la comanda: «…y ñoquis». Dos palabras, dos únicas palabras oídas de forma aislada, sin más texto por delante o por detrás; y ambos vocablos se fundieron de inmediato en mi cerebro en la única forma mental de «iñoquis». A continuación, y dado que por algún extraño cortocircuito neuronal tengo muy acostumbrado al cerebro a malabarear con las palabras, se me transformó en «iñaquis» y de ahí pasó a «Iñakis», que es como llamo desde entonces, a modo de broma particular, a esas pelotillas italianas de patata y harina. «¿Os apetecen unos iñakis?», y la gente que me conoce desde hace tiempo ya sabe a qué me refiero.
Mi deriva mental no acaba ahí. Cuando soy yo quien los cocina, automáticamente pongo un disco de Glutamato Ye-Yé. Porque para mí, si hay un Iñaki ineludible en la música española, ese es Iñaki Fernández, el cantante de bigote entre chaplinesco y hitleriano del grupo madrileño de allá por La Movida.
Se une el hecho de que hay una estrecha relación entre esa banda y la cosa gastronómica. Se extiende desde el propio nombre -recordemos que el glutamato sódico es la manera emperifollada de llamar a la sal, y a ver qué haríamos sin sal en asuntos culinarios- a títulos de canciones y las letras, llenas de referencias a alimentos. «Holocausto caníbal» y «Un hombre en mi nevera», por ejemplo, contienen fragmentos hilarantes en los que dan cabida, entre otros, a mermelada desaparecida y chirimoyas envenenadas, o hacen rimar ostras con langostas. Y no olvidemos esa apoteosis gastromusical que es «Comamos cereales», que con su ritmo funkoide y la descripción pormenorizada de una dieta sana debería sonar a modo de himno en supermercados, herbolarios dietéticos y clínicas nutricionistas si no fuera porque no conviene tomarse a la letra lo que dice la letra, dada la inclinación que tenían los Glutamato por la ironía feroz:
«Por una alimentación equilibrada y natural
Sin demasiado yin, ni demasiado yan
Consérvate sano de la cabeza a los pies
Comiendo a dos carrillos azúcar y miel
Comamos cereales, comamos cereales
Tomemos alimentos naturales
Mastiquemos de treinta a cincuenta veces
Cuando comamos higos, cuando comemos nueces
Mastica que te explico masticando el arroz
Hasta que le sacas todo el almidón
Cucharas de madera y cazuelas de barro
Que sean naturales también nuestros cacharros
Hay que comer tranquilos y despacio
Y al que no le guste, que le eche más gomasio
Eliminemos carnes de todos nuestros platos
Comamos cereales, son ricos en hidratos
Hay que lograr que en el mar y en la montaña
Nunca más se coman bocadillos de entrañas
Tomamos frío, tomamos caliente
Tomemos alimentos naturales»
Por si acaso y para tranquilidad de los Glutamato, la lombarda y la pera del plato que traemos a La Gastroteca en esta entrega cumplen los requisitos de todo alimento natural. Y aunque parezca más una idea de bombero que de cocinero mezclar ambos ingredientes con unos ñoquis y bañarlo todo con mascarpone, estoy en condiciones de afirmar que es una de las mejores fórmulas que conozco de preparar unos «iñaquis».
Glutamato Ye-Yé eran enormemente divertidos y tenían una energía contagiosa. Hoy día siguen sonando pletóricos. La guitarra de Patacho no deja de chisporrotear y la voz del carismático Iñaki te tiene en vilo. De todo ello se concluye que, sean ñoquis o sean iñaquis, sean carnes o sean pescados, un álbum de grandes éxitos de Glutamato Ye-Yé es ideal para cacharrear en la cocina. O como decían ellos mismos en «Corazón loco»: si te pongo este disco no es por casualidad.
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