Son muchos los recuerdos que me traen Automatics. Tantos que recibí la noticia de que volvían a tocar, al menos un concierto, con alegría mal contenida. Me hacen acordarme de las primeras ediciones del Festival Internacional de Benicassim, cuando todavía se celebraba en el velódromo de la ciudad costera, cuando todavía no era el camping con hilo musical de las hordas de jóvenes británicos en modo hooligan de playa en que devino la cosa. Lo vivido el viernes pasado, por tanto, tuvo mucho de ejercicio de nostalgia, como de alguna manera parece concebido el repaso a los años 90 programado en la sala El Sol. ¿Qué pasaría por la mente de Julio Ruiz, padrino de gran parte de aquella escena independiente, mientras los veía sobre el escenario después de tanto tiempo?
Me gustaron mucho los de Linares, garantizando en el repertorio gran parte de los mejores momentos de sus discos. A mí personalmente me hicieron feliz mostrando perlas de su patrimonio como «Suicide«, que vino casi en el mismísimo principio (fue la segunda), «French girlfriend» o «Electric captain«, que cerró la primera parte de la actuación… En el total de dieciocho temas que tocaron, quince en la parte principal de su concierto y otros tres como bises finales, hubo sitio para repasar cosas de »Cesárea» (Elefant, 1994)Añade este contenido -cuatro cortes-, de «Space Rock Melodies» (Elefant, 1997) -siete temas-, y de «Duty» (Elefant, 1999) -tres cortes-; hasta del breve «TV Preacher» (Elefant, 1999) cayó algo, el «My way«.
Sonaron con un punto más orgánico, quizás por el teclado que envolvía en muchas ocasiones las canciones para darles un matiz que no tenían antes. Me pareció reconocer momentos planeadores, recuperando el gusto que cultivaron en su momento por máquinas e innovaciones tecnológicas. «Revolution«, por ejemplo, casi cerrando la música en directo de la noche en El Sol, la ralentizaron al máximo, jugando casi hasta el límite con texturas de lo más denso. Incluyeron también una versión de «Sidewalking«, riéndose quizá de aquellos que les recriminaron en el pasado el encasillamiento con las directrices marcadas por The Jesus & Mary Chain. Eso, o que sencillamente les sigue gustando su música.
La reunión les ha pillado algo a trasmano ocupados como andan algunos de ellos en sus proyectos actuales (con Husband, por ejemplo, ultiman estos días la grabación de un nuevo disco), pero a tenor de lo vivido el pasado viernes, han sabido encontrar hueco en sus agendas para recuperar el tono de hace ya casi más de quince años. La sala además invita a crear el punto de unión justo entre la banda y el público, que nota el escenario cercano y accesible. A veces quizá demasiado para aquellos que prefieren vivir su minuto de aparente «gloria» aunque con ello entorpezcan la dinámica que el grupo está tratando de trabajar en escena.
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