MONSTRUOS EN LA COCINA

Acaso esta historia, como todas las buenas historias, deba empezar con un asesinato. No será así, pero es posible que al final resulte aún más sobrecogedora. De momento trasladémosla a otro mundo, uno recóndito y arcano, de inusitada calma y prodigiosa naturaleza, al que los antiguos llamaron las Islas Afortunadas y que hoy día conocemos como Canarias. Pueblan sus aguas profundas y fondos rocosos especies marinas que desconocemos en la Península: vieja, pámpano, fula, salema, bocinegro, tamboril, morena… Arriba en la superficie, la bonanza del clima subtropical fecunda de sabor frutas como mangos, aguacates, guayabos o papayas.

La papaya, con su forma oblonga y las manchas de la piel, recuerda a uno de esos peces de roca, hasta el punto de que nuestra imaginación se la figura con aletas y boca; algo así como un pez papaya (como hiciera J.D. Salinger con el pez plátano). Para corroborar el parecido, las semillas del interior, más que pepitas, parecen huevas de pescado.

Se prepara de postre apenas con zumo de limón, azúcar y un single con tres canciones. Y no hay otro más apropiado que el del grupo Papaya, el proyecto personal de la canario-chilena Yanara Espinoza cuando no está guitarreando en Violeta Vil. Poner a macerar papaya mientras suenan temas de Papaya parece de una obviedad irritante, pero es que en este caso la conexión entre ambos se extiende más allá del nombre. Para empezar, su música es igual de suculenta y turgente, con un deje suave pero carnoso, un ritmo afrutado y un leve toque tropical. Además, el fotomontaje de la portada muestra a Yanara rodeada de espeluznantes animales híbridos -un pez garza y un oso elefante-, truculencias a modo de bestiario medieval que harían palidecer al Dr. Moreau o a Josef Mengele. // Twitter: @goghumo