MODERNO, TÚ

MODERNO, TÚ

Me enseñaron en el instituto que “moda” es aquel valor aritmético que se repite con más frecuencia. Así que, según esta definición, un moderno en España debería ser cualquiera de esos chavales que lleva el pelo a lo Callejón o las chicas que los acompañan, con sus melenas extendidas y vestidos bodycon.

La música moderna, la que sale por las radiofórmulas, sirve de banda sonora para los programas en los que se aparean y las tiendas en las que compran o los anuncios de sus colonias: Shakira, Pitbull, Dani Martín, Amaia Montero, Andy y Lucas y demás. Aunque estos son argumentos meramente semánticos.

 


Luego está el hype, hipérbole en castellano, un fenómeno principalmente británico y estadounidense que consiste en la sobreexposición publicitaria de un artista, banda musical o película, independientemente de su calidad, para conseguir una respuesta altísima en cuanto a popularidad.

A todo el mundo le viene a la cabeza gente como los Artic Monkeys, los Libertines, Animal Collective o, más recientemente, Lana del Rey. Llenan las revistas, radios y programas de la tele, como en España esos artistas del párrafo anterior.

 

 

Y el moderno. O lo que la calle entiende por moderno. Moderno se llama a alguien que escucha los discos de vinilo de sus padres, viste ropa de segunda o tercera mano, gasta su tiempo libre haciendo punto o ganchillo y prefiere comerse los tomates de la huerta de su abuelo a una hamburguesa contrahecha.

El quid de la cuestión es que generalmente nos referimos a la palabra “moderno” como una mera traducción del concepto anglosajón “hype” y no en el sentido semántico tradicional castellano.

Pero es que a mí esa acepción del término no me convence mucho. O más bien no me gusta. No sé si tendré los argumentos filológicos suficientes para legitimarme en entender del castellano lo que me venga en gana, pero lo cierto es que entiendo la modernez como una tendencia estadística. Así que para lo otro prefería que acuñaran un término. Algo que delimitara a las claras el deseo de exclusividad, el aislamiento elitista y la tontuna consustancial. Un palabro nuevo y moderno de verdad: Almondigado, retonante, melitáusico, piriflitijaipel.

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