LA BARBACOA

LA BARBACOA
Martirio de San Lorenzo, Hacia 1414.
Martirio de San Lorenzo, Hacia 1414.

Vale, sí. El depragrabado de hoy es muy evidente. Exactamente igual que la música de Georgie Dann. Un personaje vital en los veranos españoles. Una figura de la cultura popular y de lo kitsch en este país. Creo que no somos lo suficientemente conscientes de la dimensión de la efigie del bueno de Georgie, que ha estado más treinta años regalándonos la banda sonora del veraneo patrio. Verano que consistía básicamente en mes en un apartamento-primera-línea-de-playa caluroso, sin tele, sin teléfono y sin nada mejor que hacer que ir al bar de la esquina, al chiringuito (Georgie lo sabía) o donde fuera para descansar del sol abrasador en la playa, cubiertos de sal y oliendo a fritanga. Es la descripción perfecta del verano español. Y Georgie sabía lo que hacía: Nueve años de conservatorio. Experto clarinetista, saxofonista y acordeonista. Dio en el clavo. Un visionario. Supo ver lo evidente.

Y qué mejor forma que ilustrar una barbacoa que el Martirio de San Lorenzo. Nos sirve para hacer una reflexión sobre el humor negro, no pretendido, de la Iglesia Católica: Los martirios. Cada uno es más absurdo, más bizarro y más loco que el anterior. Los romanos parece ser que tenían una mente particularmente creativa para estas cosas. Nunca se repite un martirio. Que uno muere ensaetado atado a un palo (San Sebastián), pues al siguiente le atamos a una rueda con pinchos (Santa Catalina), le asamos a la parrilla (San Lorenzo) o le cortamos los pechos y los ponemos en una bandeja (el mejor, Santa Águeda). Todos estos elementos pasan a formar parte de la imaginería cristiana. Aparecen por todas partes. Se les identifica por sus atributos, por como murieron de la manera más brutal, rebuscada y terrible. Y al final es grotesco, porque se identifica a un montón de personas por la forma sádica en la que murieron. Aún recuerdo el día que me di cuenta de que el Monasterio del Escorial está lleno de pequeñas parrillitas en todas partes, como un leitmotiv siniestro, banalizando el sufrimiento de una persona y usándolo como elemento decorativo.

La próxima vez que vayáis por el Escorial, recordad este grabado. Y los chorizos parrilleros también.

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