De la necesidad de crecer que sentía Elsa Rovayo es de donde sale La Shica, su seudónimo (debido a su relativamente escasa estatura) y a la vez el nombre de su conjunto y proyecto musical. Es la necesidad de tomar las riendas de la propia vida y ocupar el espacio que uno siente como propio, pero el espacio a ese camino no es fácil, y La Shica ha tenido mucho ojo y coraje para reivindicarlo.
Nace Elsa en Ceuta y ya de cría se siente artista; sus primeros contactos fueron con la música, pero aún era muy tímida para ser el centro de atención y se decanta por el baile. Tras iniciarse en academias locales decide dar el salto a Madrid con tan solo quince años, lugar en el que sobrevive en una pensión con cualquier trabajo mientras asiste a las clases de baile. A los 17 se estrena profesionalmente y se forja como bailaora flamenca en diversos tablaos. Esa parecía iba a ser su vida hasta que un día Elsa decide que aquello no era lo que quería para sí misma, pues se veía encorsetada en los rígidos parámetros del baile académico y ella necesitaba más expansión. Así que un día decidió que, además de bailar, iba a cantar. “La bien pagá” y “Ay, pena, penita, pena”, coplas espinosas, llenas de dolor, que debieron exorcizar su alma, echándolo tó p’afuera. En ese momento nace La Shica tal como hoy la vemos.
A su alrededor se forma un conjunto destacando la labor a la guitarra de Fernando de la Rúa, músico forjado a base de años de estudio del flamenco, y Luis Domerq que se encarga de escribir las letras y es uno más del conjunto. Por los orígenes de Elsa y Fernando podría parecer elemental el camino a tomar, pero había que añadirle algo más. El sonido de La Shica crece mirando en todas direcciones, por lo que la forma más fácil de definirlo sería fusión, mestizaje: copla, nuevo flamenco, hip hop… todo vale para encontrar el sonido propio que más y mejor revista el trabajo de las canciones.
A partir de entonces, La Shica va generando un inusitado interés; inusitado porque no tenían nada que ofrecer más allá de un espectáculo en directo e inusitado porque ese interés nace prácticamente desde el primer momento. No tarda en girar, llegando incluso a tocar el extranjero: Francia, Holanda, Alemania, etc. Y es que había algo ahí que, con todo el bagaje de mestizaje que hemos vivido (y en ocasiones sufrido) no se había ofrecido, o no al menos con tanta naturalidad como La Shica lo hacía. Aparece en la tele, en el espacio que Miguel Ríos presentaba en la televisión andaluza, participa en el último disco de Jarabe de Palo; su imagen coge fuerza, crea expectación.
Es por eso que no tarda en llegar un contrato y nada menos que con una major; graban el disco en las primeras semanas del otoño de 2007 y finalmente ve la luz en marzo de 2008. Pero no es una aventura, sino algo que se ha gestado a lo largo de poco más de tres años. Eso sí, con buena cara y mucho tiento. Antes, durante y después La Shica no ha parado de tocar; de hecho la promoción le depara una extensa gira hasta bien entrado el verano y, de nuevo, más allá de nuestras fronteras.
Con su álbum debut aún fresco y en la memoria, La Shica vuelve a los estudios para lanzar su segundo disco, «Supercop» (WEA, 2010), con producción de Javier Limón y el tema «Con dinamita» como sencillo promocional.
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