Su principal característica es la constante mutación musical single tras single. Es lo que le diferencia del resto; sus sencillos, dos o tres temas por disco, tienen dos cualidades: guardan un concepto, una estética y una ética diferente entre sí, y conectan con el público de forma masiva. Supieron aunar influencias anglosajonas en un estilo particular que no ha dejado secuelas.
Como tantas otras historias, la de Gabinete comenzó a fraguarse en la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense de Madrid. En sus aulas coincidieron Jaime Urrutia (futura voz y guitarra), Fernando Presas (futuro bajo) y Eduardo Clavo (futuro batería). Como allí se hacía y se hace de todo menos estudiar, los inquietos jóvenes decidieron embarcarse en un proyecto musical. Era 1981.
Tenían ya cierta experiencia. Urrutia militó en el conjunto Ejecutivos Agresivos y Eduardo y Fernando en Ella y los Neumáticos. Decidieron abandonar esas inconstantes agrupaciones para formar Gabinete Caligari. Y sí, el nombre fue adquirido mirando un libro de cine de terror en el que había un fotograma de la película «El Gabinete del Dr. Caligari» (Robert Weine, 1920). En un primer momento se iban a llamar Doctor Caligari pero ya había varios grupos doctores, así que se decantaron por Gabinete.
Fuertemente influidos por Joy Division y The Cure, comenzaron a tocar en el mítico Rockolade Madrid. Se podría denominar a esta etapa inicial como su época afterpunk. Tanto su imagen, su actitud como sus letras evocaban una inmersión sin escafandra al lado más oscuro de la psique, a la provocación sexual, a lo siniestro.
Su primer trabajo fue un sencillo de cuatro temas compartido con el grupo Parálisis Permanente, «Parálisis Permanente / Gabinete Caligari» (Tic Tac, 1982). «Golpes» y «Sombras negras» fueron las canciones elegidas de este corta duración que tan buena acogida tuvo que incluso fue reeditado al poco tiempo por Tres Cipreses, con distinta portada. De ese mismo año son los excelsos sencillos «Olor a Carne Quemada» (Tres Cipreses, 1982) y «Obediencia» (Tres Cipreses, 1982). Temas nunca antes escuchados en España (inimaginable unos años antes) que traían ecos británicos, aunque como siempre pasaba en el país, con un ligero retraso. «Hola, somos Gabinete Caligari y somos nazis». Era el santo y seña del grupo antes de cada concierto. Un dato relevante que nos permite ya profetizar una constante en Gabinete. La ironía, la intención de polemizar y la adaptación de la imaginaria popular de forma provocativa (dogmas a su vez de La Movida Madrileña).
Ya en 1983 publican su primer álbum, “Que Dios Reparta Suerte” (DRO / Tres Cipreses, 1983). El disco impactó por su variedad en géneros y estilos, pero sin duda la mayor innovación vino de las castañuelas y del pasodoble. El periodista Francisco Umbral, entonces progre, definió esa vanguardia como rock torero, una etiqueta de cemento para el grupo, no siempre bien entendida por la crítica. Se habló de ironía, de parodia, de sacrilegio. Hay un cierto tono sarcástico pero en el fondo la admiración de Urrutia por el mundo del chulapeo y, sobre todo, del toreo es pública y confesa. Lo más cañí de ese notable disco de debut es «Sangre española» y «Que Dios reparta suerte«, pero hay otros temas que enlazan aún con su época afterpunk, “Pérdidas blancas”, «Héroes de la URSS» y «Grado 33«.
Un año después se consagrarían en el panorama musical con “Cuatro Rosas” (DRO / Tres Cipreses, 1984), disco totalmente diferente al anterior, aunque igualmente brillante. El tema “Cuatro rosas”, cuyo título da pie a una anécdota tan repetida y aburrida que paso de contarla. Eso sí, es una de las mejores canciones del grupo, y configura junto con la infravalorada “Más dura será la caída” los dos temazos del álbum. La fanfarrona “¡Caray!” y la enérgica “Haciendo el bobo” le siguen a la zaga.
1986 registra “Al Calor del Amor en un Bar” (DRO / Tres Cipreses, 1986). Tema repetido ese verano hasta la saciedad, pero que misteriosamente no se ve refrendado por las ventas. Gabinete decide fichar por la discográfica EMI. Con la dichosa canción, un prodigio de compadrismo gamberro y otro de los grandes singles del grupo, fueron tentados por TVE para participar en Eurovisión. Años después Jaime Urrutia afirmó que hubieran ganado el Festival. Quizás fuera mejor así. En este disco también se escucha “Malditos refranes”, potente y divertida.
Ya con EMI, sacan al mercado “Camino Soria” (EMI, 1987), su gran obra maestra, una de las joyas de La Movida. Además, por fin la gente compra sus discos. «Suite nupcial», «La sangre de tu tristeza», «Tócala Uli» (dedicada a su habitual saxofonista Ulises Montero, fallecido por sobredosis) o la propia “Camino Soria” son canciones que permanecerán siempre en la historia del rock español, por su calidad musical, lírica y por lo atípico de la propuesta (es un disco conceptual).
En la cresta de la ola publican “Privado” (EMI, 1989), con la maldita «La culpa fue del cha-cha-chá«. A quién no le viene a la retina la imagen de Urrutia con su camisa de lunares, su pañuelo en el cuello y sus pantalones de pitillo, interpretando su canción más conocida en el cotillón de TVE. Jaime Urrutia era y es uno de los compositores españoles más inspirados, pero todo tiene su lado negativo: fue víctima de sus hits. “Sólo se vive una vez” fue el otro logro de “Privado”.
En 1989 su popularidad es máxima. Llenan la Plaza de las Ventas de Madrid, la gira se hace interminable… y dos largos años después sacan “Cien Mil Vueltas” (EMI, 1991). Disco inferior (en comparación con los anteriores), premonitorio de la llegada de lo peor. Ecos de The Beatles en canciones como la fetichista “Lo mejor de ti”, la más sobresaliente. Al parecer sus provocaciones no escandalizaban ya a nadie. Poco y mal aceptado, es consecuencia del paso de la fama absoluta (tenían el caché mas alto de la época) al hastío mediático. La culpa no fue del cha-cha-chá sino del ocaso de una etapa musical en España. La llegada de los flequillos, el estatismo escénico y la suciedad física y musical, (los indies) sepultaron los últimos coletazos de La Movida y sus hombreras, sus americanas arremangadas y su feliz petardeo.
Desaparecieron, bueno, se tomaron unas vacaciones de cuatro años para volver en el 95 con “Gabinetissimo” (Mercury, 1995). El aburrimiento se hace obvio aunque hay cosas rescatables.
Más dura fue la caída con “Subid la Música” (Get, 1998), su último intento de permanecer en el candelero. “Nadie me va a añorar” o al menos la crítica feroz de la época, y “Underground”, precoz y pionera tira cómica de los modernos, pasan el corte. El magnetismo se ha perdido, pero en su defensa hay que decir que Gabinete Caligari siguió a su rollo, siempre centrados en su música y en su espíritu.
Los ex-componentes de Gabinete no zanjan el asunto de una futurible reunificación, todo es posible. Mientras tanto, Fernando Presas y Eduardo Clavo tocan en Paraphernalia, sin demasiado éxito, y Jaime Urrutia ha continuado su carrera en solitario con altibajos pero grandes aciertos, como el magnífico “Patente de Corso” (Warner, 2002).
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