19 días y 500 noches

19 días y 500 noches

En la carrera de todo músico veterano podemos encontrar diferentes etapas. Con altibajos, con éxitos y fracasos. A veces el artista que ha envejecido dignamente se encuentra súbitamente con una segunda juventud. A Sabina le ha pasado esto a los cincuenta años. Se encontró con un éxito atronador y rotundo. De repente un cincuentón compartía espacio en programas musicales destinados para la juventud con los cantantes y ritmos de moda, cosa que descolocó a muchos, algo tenía que haber pasado.

Y efectivamente pasó. El jienense concibió uno de sus discos más importantes. Para muchos no es el mejor de su carrera, pero desde luego sí que es el mejor que ha hecho en los últimos diez años. Y paradójicamente lo ha hecho ampliando sus márgenes de maniobra, dejando a un lado el rock and roll que siempre le ha acompañado para valerse de ritmos mexicanos y argentinos, de rumbas y ritmos de whiskería polvorienta.

Pero también están las letras. Sabina escribe las letras más lúcidas de su carrera. Por fin ha dado con la tecla para gustar a propios y a extraños. Deja el regusto amargo donde y cuando quiere. Se vuelve crítico haciendo sonreír al personal. Conmueve al tiempo que guiña convincentemente a quién le parece. La madurez le sienta bien. Él es consciente de ello y se atreve a compararse con Bob Dylan, diciendo que ambos escriben mejor en la madurez.

Quizá este disco no hubiera sido lo mismo sin la producción de Alejo Estivel. El argentino saca lo mejor de los músicos y entiende a la perfección las canciones del maestro. En “Ahora que…” las guitarras de Pancho Varona suenan mejor que nunca. Sabina nos narra lo que se siente al principio de una relación: “Ahora que las floristas me saludan / ahora que me doctoro en lencería”; o “Ahora que el mundo está recién pintado” canta más adelante. Nos hace revivir ese maravilloso momento por el que merece la pena vivir. Pero Sabina nos vuelve a dar un revés. Se muestra contrario a este pensamiento. Aclara posteriormente que en el fondo es una canción pesimista porque sabe lo que viene después. Cuando la persona te empieza a importar y ese mundo recién pintado empieza a ensuciarse. Así que ya sabemos lo que toca.

Le sigue la famosísima “19 días y 500 noches” que da título al disco. Tiene una historia curiosa. Al parecer estaba Sabina componiendo por encargo una rumba para un grupo y vio que le iba gustando cada vez más. Llamó a su jefe y le dijo: “Lo siento, es para mí”. Y creo que podemos afirmar que tomó la decisión correcta. La rumba llena de juegos lingüísticos, humor finísimo e incluso notas que se antojan autobiográficas: Ventas del Fino Laina, el casino de Torrelodones; a ritmo de rumba se desnuda, no sería la única vez que lo haría en el disco.

Prima hermana de otro de sus éxitos “Princesa” nace “Barbi Superestar”. Más movida y con más presencia de las guitarras de Varona que hilvanan la cronología de esta aspirante a estrella que termina estrellada. Para seguir con “Una canción para la Magdalena” en la que la protagonista es una prostituta que Sabina eleva a los altares: “si llevas grasa en la guantera y un alma que perder / aparca junto a sus caderas de leche y miel”. Musicalmente reina el arpegio, durante toda la canción suena complicado y dulce, los arreglos de cuerda muy oportunos. Pablo Milanés pone la música.

Especialmente compuesta para sus fans en Argentina “Dieguitos y Mafaldas” es una milonga perfectamente pensada para arrancar el aplauso de ambos lados del charco. Escrita en Buenos Aires habla del Gran Rex, de Boca Juniors -del que Sabina se declara hincha- y su estadio La Bombonera, y plaga la canción de palabras de uso común en el país del Río de la Plata, como el colectivo -el autobús-, la pollera -la falda- o bostera -hincha de Boca Juniors-.

Sigue el striptease personal del cantante con “A mis cuarenta y diez” donde reflexiona lánguidamente y con una mórbida sonrisa sobre llegar a la madurez. Tan personal se vuelve que incluso menciona a sus hijas Rocío y Carmela. En tono crepuscular y pintado de atardeceres se permite a sí mismo bromear con el tema: “El día del juicio final puede que Dios sea mi abogado de oficio”, sin embargo curiosamente declara al tiempo que aún le queda por vivir: “pero sin prisas que a las misas de réquiem nunca fui aficionado”.

Marca un punto y aparte, y a otra cosa mariposa, “El caso de la rubia platino”. Homenaje al cine negro y a las novelas de Raymond Chandler y Dashiell Hammett; para continuar con la desolación y la penumbra de “Donde habita el olvido”. Título homenaje a Luis Cernuda y Gustavo Adolfo Bécquer. Tímida en las guitarras eléctricas pero muy inspirada en líneas generales.

Cerrado por derribo” vuelve a la rumba agria y quebrada como un mimbre que se dobla en exceso. No tan parecida a “19 días y 500 noches”, de este mismo disco, como a “Ruido” que publicara en “Esta Boca Es Mía” (BMG, 1994). Siguiéndole la divertida “Pero qué hermosas eran”. Presentada como una historieta de un vodevil barato narra el currículum amoroso del cantante, ignoro dónde está la frontera entre lo ficticio y lo real aquí y es que no soy de amarillismos.

De purísima y oro” es para muchos hermosa y para muchos desconcertante. Especialmente para el público americano. Pero lo cierto es que gustos aparte tiene muchísimo contenido. Dedicada al torero José Tomás, al que compara con el mítico Manolete, retrata el Madrid de la época de Agustín Lara, de Ava Gardner y Luis Miguel Dominguín, de Miguel de Molina y su exilio a Argentina debido a su homosexualidad perdiendo la batalla con Concha Piquer, del Atlético de Aviación -nombre del que es ahora Atlético de Madrid, Sabina es colchonero confeso-, el bar de Chicote o de José María Pemán, autor de la letra que se le puso a la Marcha Real entre otros. Tras humedecer la memoria, “Como te digo una co te digo la o” nos trae de nuevo al presente, con un hip-hop poco creíble, Sabina reflexiona sobre Aznar, la casa Real, aún no se había casado el príncipe y la letra ya está trasnochada,, la iglesia, ETA…

Cierra una hermosísima y delicada ranchera, “Noches de Boda” junto a Chavela Vargas. Llena de buenos deseos esculpidos en cristal, frágiles y hermosos con nuestro anhelo de que duren para siempre. “Que todas las noches sean noches de boda, que todas las lunas sean lunas de miel” nos desean los artistas, hermoso sueño difícil de cumplir.

El disco más largo hasta la fecha de publicación en la discografía de Sabina también se llevó críticas duras. Se criticó mucho la voz del cantante, más rota y rasgada que en otras ocasiones. Él se defendió diciendo que esa es su verdadera voz, que pensaba que las canciones serían más sinceras sin una voz “comprada en el Corte Inglés”. Que esa voz era la adecuada para grabar un disco muy personal y sincero, pese a que por esa garganta ya han pasado demasiados litros de whisky.

El éxito del disco fue rotundo. Ocupó espacio en todas las radios y la canción que da título al disco sonó en bodas, discotecas, pubs y verbenas. Sin duda un impulso a la carrera del jienense, que a partir de entonces vive una época de éxitos renovada con más fuerza.

Grupo:

Muchos y variados han sido los adjetivos...

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Tracklist:

CD 1

  1. Ahora que...
  2. 19 días y 500 noches
  3. Barbi Superestar
  4. Una canción para la Magdalena
  5. Dieguitos y Mafaldas
  6. A mis cuarenta y diez
  7. El caso de la rubia platino
  8. Donde habita el olvido
  9. Cerrado por derribo
  10. Pero qué hermosas eran
  11. De purísima y oro
  12. Como te digo una co te digo la o
  13. Noches de boda

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