Ritos Ancestrales

Si con «Thanatopia» (Zorch Factory, 2010), La Peste Negra había elegido un entorno literario de autores malditos para sus composiciones, con su nueva entrega, el objetivo pasa a ser las civilizaciones antiguas, sus ritos y sus divinidades como paso previo a tratar el vacío existente entre Dios y el ser humano. Precisamente de este último punto, del desgarrador desencuentro entre el ser supremo y el individuo, de la desalentadora incomunicación existente entre es de lo que trata «Dios / Hombre«.

Canciones que fluctúan entre la intriga amenazante y los momentos más sinuosos, en los que Lady Stardust contribuye con su recitado, su aullidos y su alargamiento de frases, jugando a la contra de cualquier atisbo de ritmo convencional.

Oscuridad, desasosiego, con pasajes lentos que repentinamente se lanzan en frenéticas escapadas de intriga y suspense. Oráculos y esfingies («Es mi hado«), metamorfosis nocturnas («Palabras demoniacas«), diosas sumerias («Vudú / Vedette«) constituyen el entramado que sostiene el disco.

De igual forma, una sintonía como de bandadas de insectos zumbantes, percusiones y guitarra, que en muchas ocasiones hacen recordar a The Cure en su «Seventeen Seconds» (Fiction, 1980), se mezclan en aparente caos. Todo en un intento por densificar las canciones, su tensión y su asfixiante capacidad por llevarse por delante todo en espirales.

Y claro, en ese contexto temático elegido para el disco, pocas referencias se adaptan mejor que la producción de Los Iniciados, y en particular, en su trabajo «La Marca de Anubis» (DRO, 1982). La propuesta de los madrileños conjugaba la mezcla perfecta entre esoterismo, referencias a divinidades egipcias y oscuridad que busca La Peste Negra. La lectura que hacen del que sin duda pasa por uno de los clásicos de los 80 en esos palos, es marca de la casa. Sin duda, un acierto de elección.

Abundan los momentos interesantes, como por ejemplo el sonido de los 80 en «Santos inocentes» (versión sacada del repertorio de El Último Eslabón), las maneras casi de mantra repetitivo que adquiere «Altares orientales«, o la intrigante «Ω» con la que terminan.

A mi juicio, de lo mejor de su producción.