La Pena Máxima

La Pena Máxima

Una vez, en una entrevista Antonio Luque dijo: “Grabo un disco, lo desprecio y lo tiro”. Cuando uno escucha “La Pena Máxima” (Acuarela, 2000) es imposible aceptar el desprecio ante una obra a la que el calificativo de maestra no sólo es ajustado sino que podría llegar a quedarse corta.

Es difícil hablar sobre este disco porque traspasa los límites de lo musical para convertirse en algo personal. Se puede encarar desde lo puramente metodológico. El disco funciona como una especie de testamento de la época más clásica de la banda al ser grabado y editado tras la salida de la formación más estable de toda la trayectoria chinarra. Sobre todo del definitivo aporte al sonido que hizo David Belmonte. Toda la exhuberancia que él aportaba aquí se diluye al ser concebido como un trabajo casi unipersonal. Luque experimenta con su ordenador y sólo al final se añaden arreglos de cuerda. El disco, producido por el ubicuo Paco Loco y con aportaciones de Pedro San Martín (La Buena Vida) en las cuerdas es todo contención, ninguna estridencia. Y esa misma contención hace que cada una de las cuatro canciones estalle por dentro, como pequeñas minas antipersona colocadas en el alma.

Cero en gimnasia” se convierte desde su publicación en un clásico instantáneo y es una de las pocas que aparecen con regularidad en los conciertos del catálogo antiguo. Contiene una de las imágenes más antológicas de toda su discografía, la de “si se agacha se le ven las tetas” se convierte además de un recordatorio de miserias de pulsiones sexuales en algo absolutamente triste.

La noche del almax” tiene una letra incomprensible (al menos para el que escribe) más allá de lo obvio de su título y una lectura superficial sobre borracheras y resacas o asociaciones libres de cosas vistas o leídas. Nada de esto importa porque el placebo emocional al que te transporta hace que no se necesite más. Nada más.

Un trebol de  tres k” suena desafiante. La descripción de un pequeño drama de provincias de ocultaciones y del omnipresente sexo en el universo de las letras chinarras, acaba en tragedia con símil bíblico. Un melodrama en voz baja.

“Hip hip hurra”. Las fiestas populares, las verbenas siempre han estado muy presentes en el universo chinarro. Y todo el mundo conoce la sensación de abandono cuando se terminan las fiestas patronales y sólo quedan los restos mortecinos de lo que han sido, con las esperanzas de lo que iban a ser machacadas por lo que fueron realmente. Además ella se acabará yendo con otro. Siempre.

Testimonio de un momento culminante de creatividad de un artista, esta “Pena Máxima” envasada obliga a ser revisitada una y otra vez porque cuando piensas que lo que acabas de escuchar es la canción de tu vida, la que sigue es aún mejor, para ser superior la siguiente, y la otra estar por encima en genio. Y lo mismo se puede aplicar a la tristeza que desprenden, que a cada momento algo te agarra de los pies para tirar de ellos con fuerza hasta llevarte más y más abajo en un pozo del que no sólo no quieres salir sino que quieres forzar y probarte hasta dónde eres capaz de dejarte hundir.

Tras este disco nada fue igual en la carrera de Sr. Chinarro. Y en la de alguno de sus oyentes tampoco, al pasar a formar parte indivisible de su propia biografía sentimental.

Este disco ha de complementarse con otros dos momentos del bestiario chinarro. Por un lado, con un prólogo en forma de concierto para Radio 3 en el que adelanta en otras versiones “Cero en gimnasia”, “Hip hip hurra” y “La noche del almax”, titulada entonces sólo “Almax”. También redondea con nuevos hallazgos algunos de los títulos de su anterior largo “Noséqué-nosécuántos” (Acuarela, 1998) y además añade una serie de joyas jamás publicadas, como son “El Gran Houdini”, “Santa 2” y “La estudiante de percusión”, todas ellas a la altura de lo que contendría “La Pena Máxima”. Imprescindible es poco. Por otro lado, necesario para la comprensión de este momento de metamorfosis es el single publicado sólo para el club de fans Mártires de Santa Teresa llamado “Consecuencias de La Pena Máxima”, que sin alcanzar el rango de oficial tiene una gran importancia porque sus dos temas: “José Feliciano en el Parque Alcosa” y “Tú sabes que no soy Stevie Wonder” muestran a las claras la abrupta deriva que llevaría el sonido del grupo. Tanto es así que la primera se transformaría poco tiempo después en “Robando gusanitos”, uno de los mántricos temas del complejo “La Primera Opera Envasada al Vacío” (Acuarela, 2001).

Pero todo lo dicho hasta ahora no sirve de nada. Lo único que importa es escuchar esas canciones que representan la cima de una carrera única y, para el que esto escribe, probablemente el mejor disco editado en España en los últimos veinte años.

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Se me va permitir empezar este repaso...

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Tracklist:

CD 1

  1. Cero en gimnasia
  2. La noche del almax
  3. Un trébol de tres K
  4. Hip Hip Hurra

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