Primer disco de larga duración de Baby Horror en el sello Subterfuge, con el que ya habían colaborado a través de numerosos recopilatorios para los que la banda había aportado temas.
Grabado a finales de noviembre y los primeros días de diciembre de 2000, contó con Alberto Poliester como técnico de sonido. Las mezclas corrieron a cargo de Moncho Reactor y el propio grupo.
Desde el título y la portada, obra de Mario Feal, muy en la línea del sello y que incluía caricaturas de Divine, Buddy Holly, Betty Page y uno de los habitantes del planeta de los simios, el grupo transmite que algo ha evolucionado en su sonido y propuesta. Y es que efectivamente hablamos ya de pop, acelerado, con tintes de punk, los que le dan las guitarras que mete Jesús, que siguen siendo poderosas. Ahora, el mismo Jesús se encargará de incluir un casiotone. Se alejan pues del rock sucio y psychobilly con los que entraron de forma decidida en el panorama musical patrio.
Las letras tienen mucho de los aires que suelen conferir el dúo Canut-Berlanga a sus composiciones para los distintos grupos a los que pertenecieron. Situaciones espaciales, otras dimensiones, relaciones perversas entre parejas, vampiros, chico-killers …
«5ª Dimensión» es el comienzo de las hostilidades en esa línea. No hay necesidad alguna en ese limbo que es la dimensión extra. Dimension que ofrece el mismo tipo de escapismo que la propia «Cuando quieras escapar«, en la que canta J. Horror. O esa componente espacial que sigue presente, claro, en «Plutón«, tema aderezado de guitarras que suenan a Pixies.
En esa línea con el acelere de Los Vegetales o los Alaska y Los Pegamoides más speedicos, se desarrolla «Gárgaras» o «La conciencia de un chico-killer«, que combina, sin complejo alguno, secuenciaciones con guitarreo del más gamberro. Este último tema, junto a «Vampi» habían aparecido ya en «Freak Sounds From Outer Space» (Subterfuge, 1999). Algo más inmersa en claves pop está «Plan siniestro«.
No son ni Annie ni Jesús de los que abandonan sin embargo el rock and roll por completo. Hay espacio en el CD pues para las contundencias de «Visitaré los USA«, un surf a mil por hora que ofrece un plan de visita al país del gringo inmejorable. A ritmo mucho más lento, pero en coordenadas similares, se desarrolla la pesadilla en clave de ciencia-ficción a lo Charlon Heston que es «El planeta de los simios«.
«Esto es el final» es un enorme tema psychobilly. Guitarras como sierras mecánicas. Baby Horror sigue sabiendo sonar como los Cramps. Declaraciones en el último minuto, justo cuando «Todo se derrumba a nuestro alrededor«. También rezuman aceites de motosierra «Me gusta sudar«, un enorme himno que auna las sudoraciones propias de actividades amatoriasy el mejor rock and roll, y «Oh nena» o el canto al látigo de mi chica que me hace feliz.
Directamente relacionada con temáticas rockeras está «Buddy Holly«, un lamento melódico a la muerte del rockero. Le viene a uno a la memoria la canción «American Pie» que compusiera Don McLean sobre el fatal accidente aereo que acabó con Buddy Holly, Ritchie Valens y J. P. Richardson. No por lo musical, pero sí en las intenciones del grupo madrileño por recordar The Day The Music Died.
El acelere de «El juez de línea asesino«, una de las canciones en las postrimerias de la bajada del telón, tiene mucho de Tijuana in Blue; comparte aires de «Tierno was innocent«, la oda que compusieron los navarros al alcalde de Madrid Enrique Tierno Galván.
Aunque efectivamente la hinchada más purista de los primeros tiempos de la banda pueda llevarse las manos a la cabeza con la inclusión de los nuevos ingredientes musicales, es preferible una visión más positiva, la que te haga aceptar que la apertura a un espectro más amplio de sonidos no ha resultado tan negativo. Al menos a mi, que me declaro fan de las vertientes mas oscuras del grupo, así me lo parece.
