Historia del Bikini

Cuando se grabó este LP el grupo ya barruntaba su retirada y la producción del reputado Colin Farley no va a salvar este álbum de estar entre los peores de un grupo, que aquí evidencia que su frescura, su desparpajo y sus ideas estaban agotados tras siete años de trabajar a destajo y crear en cualquier sitio grandes temas. Hombres G suenan como unos oficinistas del pop; es decir, aburridos, muy aburridos. Ritmos a piñón fijo, solos previsibles encomendados al saxo alto o la guitarra, letras que no son ni chicha ni limoná y temas cortados con las mismas tijeras, en el que ninguno sobresale de manera especial.

Los componentes tenían en ese momento las cabezas y los intereses en otra parte y eso queda patente del primer al último corte. Si en su anterior LP habían abierto un nuevo camino, aquí vuelven a lo de siempre, solo que hecho con menos gracia que nunca. Bases rítmicas muy similares en casi todos los temas, letras que no dicen nada y una cierta ñoñería, que si otras veces tenía su disculpa, ahora nos parece pesar como el plomo.

De las canciones contenidas en este vinilo, resulta difícil elegir alguna para destacar. Tal vez la propuesta sexual de “Me pongo encima de ti” con un buen solo de guitarra y voces en su sitio, la oscura y levemente crítica “El orgullo de mamá” o el desordenado y pesadote “Blues del camarero”, cantado por Javier Molina con el saxo de Javier Paxarino gruñendo inmisericorde. Poco, muy poco, para un grupo cuyos discos levantaban una expectación inusitada y eran mirados con lupa en todos sus detalles.

Producción de Juan Muro y músicos de lujo como el citado Paxarino, Ollye Halsall y Alfredo Maiquez en los vientos o Pete Thomas, Marcelo Fuentes y hasta el mismísimo Reverendo poniendo sus teclas. Ninguno de ellos, ni tampoco una portada con la que el grupo vuelve a su vieja iconografía, evita que éste sea el menos recomendable LP de la primera etapa de Hombres G.