1984

El segundo largo de La Mode se ve marcado por el predominio de ritmos más pesados de rock «maduro», dando protagonismo a las guitarras sobre los teclados y sintetizadores en varios de los cortes. ¿El por qué de este viraje? Igual la banda se vio incapaz de igualar algo como «El Eterno Femenino» (Nuevos Medios, 1982) y decidió explorar nuevas vías.

Contiene aún así este trabajo temas como «La cólera», sin duda una de sus mejores composiciones, ensoñadora, pero con ese sabor añejo como de despedida, de final de era, de retrospectiva. Con ese sabor a ciclo terminado. Con la forma con que un mod escuchaba el «Who’s Next» (MCA, 1971). Con el modo con que se inicia el disco, con unas campanadas de fin de año.

Recoge de nuevo «Negro y amarillo», la canción más «salvable» de su anterior maxi, muy por debajo de las grandes composiciones con que nos habían agasajado en su anterior largo. «Imperios» comienza una vía mucho más densa, donde los ritmos se hacen algo pesados y no fluyen con tanta naturalidad.

Pero el que tuvo retuvo, y de nuevo en «Diálogo» volvemos a encontrar un tema redondo, con el mejor Fernando, y con un sonido que una vez más vuelve a ser más electrónico que eléctrico, eso si, con aroma más glam que nuevaolero. «Cuestión de gravedad» también contribuye a aumentar el buen sabor de boca de este segundo largo, con reminiscencias al sonido explorado por Zombies en «La Muralla China» (RCA, 1982). O «La rata», donde Fernando muestra sus mejores dotes interpretetivas.

Pero también incluye este largo, su posiblemente peor canción. «Erección». Admito que es difícil tratar la temática, pero es que realmente encuentro bastante ridículo el mero hecho de tratarla, no muy acorde a las letras a las que nos tenían acostumbrados.

La sorpresa llega de la mano de «Sueño ’84» con esos coros a cargo de las grandiosas (y siempre admiradas por Fernando), Vainica Doble.

«En cualquier fiesta» pone fin a un disco menos brillante de los esperado, como si fuera consciente de ello, diciéndonos adios. Diciéndonos adios de la forma más preciosa posible. Y también de la más cruel.

Para cerrar del todo el disco, «Programa computado», pitidos propios de los que se escuchaban cuando cargabas un programa en los Spectrum y Commodore 64 de los 80 mediante cintas de cassette, reflejo de una época.