ALBERTO MONTERO: LA CATEDRAL SUMERGIDA (I)

ALBERTO MONTERO: LA CATEDRAL SUMERGIDA (I)
Alberto Montero por Blanca Viñas
Alberto Montero por Blanca Viñas

Hola. Me llamo Alberto Montero y Miguel Atienza de LaFonoteca me ha pedido que hiciera un artículo sobre la grabación de mi nuevo disco. En realidad dos, uno sobre la preparación y otro sobre la grabación en si. La verdad es que no se como enfocarlo, no estoy habituado a hacer estas cosas. Cuando he hecho diarios personales han sido lo más aburrido que podrías leer nunca. Una simple enumeración de hechos, como si fuera un informe administrativo o policial: “Hoy me he levantado tarde, después de comer he ido a clase de inglés, he cenado en tu casa, hemos visto una peli…” Para hacer un artículo se supone que tiene que haber algo más, pero, ¿cómo no caer en la afectación o la divagación innecesaria? ¿Ya es demasiado tarde? Creo que ya he caído en ella.

Con Arco Mediterráneo sucedió algo muy curioso. Escribí una canción muy pop, con una melodía que podía ser muy comercial. Era tan comercial que me daba hasta vergüenza grabarla o enseñársela a mis compañeros de grupo. Tenemos (las personas, en general) la cabeza llena de prejuicios y a veces no permitimos a nuestra creatividad ni fluir ni dejar ser. El caso es que ‘Madera Muerta’ se materializó y fue muy bien recibida. Es, de largo, mi canción con más escuchas en Spotify, que en estos días parece ser el equivalente a la aceptación. Es la canción que la gente canta en mis conciertos, cosa que no me había sucedido nunca.

Después de esto sucedió otro acontecimiento similar. Wences Lamas estaba trabajando en un recopilatorio de varios artistas sobre Ruiz-Mateos (no me preguntes por qué). El caso es que me dijo: haz lo que te apetezca hacer. Como si le enviaba un minuto de pedos y eructos por el móvil, todo iba a ser bien recibido. El caso es que fue decirme esto y una melodía entró en tromba en mi cabeza y en media hora tenía la canción lista. Cuando compartí la canción en Facebook la describí como una mezcla de Cecilia, Pink Floyd y Mecano

Con todo esto, lo que quiero decir (aparte de dejar patente que tengo un problema personal con el juicio ajeno, la aceptación y mi autoestima) es que encontré una veta creativa muy fuerte, que por culpa de mis prejuicios no había dejado florecer. Mi plan era dar rienda suelta a todo eso para mi próximo disco, saliera lo que saliera.

Pero, ay, las cosas no son siempre como uno planea. La música toma en mi vertientes muy diferentes y una de ellas se cruzó una noche de julio del verano pasado. Mi madre se alquiló una casa en la playa para que toda la familia pasáramos allí el verano, y para mi fue como vivir en el paraíso tres semanas. Me levantaba temprano para correr y pegarme un baño, escribía por las mañanas y leía tumbado a la bartola, cerveza en mano. Por las noches me iba a la playa con Alejandra y tocaba un poco la guitarra.

Aquella noche era una noche oscura, de luna nueva. El mar daba miedo, una enorme masa negra que iba y venía arrastrando las piedras de la playa. Era una inmensidad que te arrastraba hacia su oscuridad. Allí improvisé algo con la guitarra que grabé en el móvil. Eran unos acordes muy extraños, melodías que me recordaban a Debussy y los impresionistas franceses. Al día siguiente escribí una letra, una oración dedicada a Poseidón, el Dios del mar. Muy influenciada por Baudelaire, Verlaine o Rimbaud, ya que en esos días estaba leyendo una recopilación de poesía simbolista.

Y ahora, ¿que hacía con esa canción? No encajaba nada con el proyecto de pop que tenía en mente. Fantaseé con la idea de escribir un disco entero con el rollo de Poseidón durante los días que estuviera en la playa, recreando las sensaciones de la estancia allí, pero fue imposible. No hice ni una más. Pero si que decidí que mi siguiente disco sería así, explorando en la música clásica que me gusta, algo que siempre quise hacer. Me pareció buena idea hacer esto ahora, después del “éxito” (lo pongo entre comillas, porque es un éxito muy pequeñito) de Madera Muerta, ya que quizás hacer un disco pop después de Madera Muerta era lo más previsible. (¡Y dale con pensar lo que opinará la gente!)

Como he dicho antes, todo este proceso que se estaba manifestando con mi relación con el arte hablaba de mis problemas de amor propio, de la búsqueda incesante de aceptación, del miedo al juicio ajeno que me hace vivir a la defensiva todo el rato. Es maravilloso lo que el arte puede sacar a la luz de uno mismo y lo que el arte puede curar, o por lo menos mitigar. Mi nuevo disco iba a ser un ritual que hablara de todo esto de forma clara y directa, una misa de autoconocimiento, donde pueda llegar a ver quien soy, con todas mis miserias y mis virtudes, y aceptarme. Descifrar quien soy bajo todas esas telarañas de dudas, miedos, escudos, poses, vanidades y autocompasión.

Fui grabando ideas y escribiendo y enumerando textos y conceptos hasta que en tres días de marzo lo recopilé todo, lo acabé de escribir e incluso lo grabé en maqueta. Desde entonces he ido acabando la ardua tarea de hacer partituras para cuerdas, contactar con los músicos, buscar estudio y organizar un poco lo que va a ser la grabación del disco. Un disco que no quiero avanzar demasiado lo que es (aunque, seguramente, si he hablado contigo en persona ya te lo he contado), pero del cual he mostrado destellos en mis discos anteriores, como Duermevela, Canción del Sol de Mediodía o Arco Mediterráneo III.

Para el siguiente dejamos el disco “estilo Madera Muerta”.

Ahora hay que darle la bienvenida a La Catedral Sumergida.

Puede leer la continuación aquí.

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Comentarios

  1. Me ha encantado tu artículo y sobre todo la manera de transmitir lo que hay detrás de tus canciones. Continua así Alberto!!